El dedo en la llaga

Del luto al lujo

Desde donde escribo estas líneas, en una vieja casa del centro de Santander, puedo ver las ruinas del edificio que se desplomó el sábado, causando la muerte de tres personas.

El alcalde, Íñigo de la Serna (PP), anunció en seguida que el desastre pudo venir causado por unas obras de restauración inmobiliaria que se estaban realizando –dijo– "más allá de la autorización municipal". Lo que no añadió en un primer momento, pero ha reconocido después, es que los servicios de su alcaldía, alertados por denuncias del vecindario, habían comprobado días antes que, en efecto, esas obras carecían del permiso necesario. Pero no ordenaron su paralización. Los trabajos prosiguieron. Y vino lo que sabemos.

De la Serna ha asegurado que su ayuntamiento va a formar una comisión que estudie el estado del conjunto de los edificios del barrio, por si hubiera otros amenazados de ruina. Es fantástico, sobre todo si se tiene en cuenta que hablamos de una zona en la que en los últimos dos años ha habido ya cinco aparatosos hundimientos. ¡Cinco hundimientos, y se ha decidido a formar la comisión ahora! (Y ya veremos qué hace y en qué queda.)

Este barrio, conocido como el Cabildo de Arriba, empieza a escasos cien metros de la sede del propio consistorio santanderino. "Está de pena", ha dicho Miguel Ángel Revilla, el presidente de Cantabria. Puedo certificarlo por propia experiencia.

He conocido de cerca varios barrios así, de ésos que Quevedo llamaría "archipobres y protomiseria". Los he visto en París, en Madrid, en Barcelona... El escenario es siempre el mismo: situados en un área urbana privilegiada, habitados por gente marginal o de muy escasos recursos, las autoridades no hacen nada para evitar que se deterioren hasta volverse inhabitables. Una vez que la gran mayoría de los vecinos de siempre ha huido, vendiendo sus habitáculos por cuatro perras porque aquello no hay quien lo aguante, llegan las constructoras de casas de lujo, los servicios municipales de lujo y la policía de lujo, que convierten el barrio en estupendísimo, limpísimo, segurísimo... y carísimo. Todo de lujo. Pero tiene bemoles que para llegar al lujo haya que pasar por el luto.

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