El dedo en la llaga

Análisis nada económicos

Lo que más me fascina de la actual crisis financiera es la enorme cantidad de analistas que nos están explicando con todo lujo de detalles profesorales que el desastre ya se veía venir. Me pregunto por qué razones, si ellos lo veían venir, no han lanzado en los últimos años la alarma a los cuatro vientos en artículos semejantes a los que están publicando ahora a tanto el kilo. Una de dos: o es gente tirando a sádica, que sabía que se avecinaba la catástrofe pero no alertaba a los modestos ahorradores para que se abstuvieran de invertir sus cuatro perras en aventuras bursátiles y bancarias de alto riesgo, o es falso que lo vieran venir.

Las dos posibilidades están abiertas. Y, en el fondo, tampoco tienen nada de incompatibles. Hay toneladas de analistas que se las arreglan para analizar lo que sea de tal modo que el resultado de sus análisis dé satisfacción a quienes les pagan por hacerlos, y los hay (otros o los mismos) que tienen tanta necesidad de no asumir que son meros estafadores que acaban asumiendo sus propias trampas y creyéndose que la realidad es como ellos necesitan que sea.

Ahí tenemos a los dos candidatos principales a la Presidencia de los Estados Unidos. Ambos afirman que tienen clarísimo que el sistema financiero de su país es realmente un desastre, que necesita reformas profundas, que lleva años en los que ha estado mal orientado y peor controlado... y que, además, ellos ya lo sabían. ¿Que ya lo sabían? Pues qué callado se lo tenían. Eso sí que es capacidad de disimulo: hasta que la burbuja no les ha estallado en los morros, se las han arreglado para hacer como si no existiera.

La explicación de tanto patinazo y tanto dislate, a veces incluso risibles, no es nada complicada. Dijo con tino el filósofo alemán Ludwig Feuerbach  hace dos siglos, que no se contempla del mismo modo la realidad exterior desde el ventanuco de una covacha que desde el ventanal de un palacio. Y dio en el clavo. Quien mira la realidad desde el ventanuco de la covacha se pregunta angustiado qué será mañana de él y de los suyos. Los analistas de palacio estudian qué decir para seguir contentando a los de palacio.

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