Elisa Serna

A un Dios desconocido

Podria ser que hubiera sido así. Que Pedro, que era piedra para Josua, hoy Jesús, hubiera sentido, que debía fundar una iglesia, porque en sus viajes a Grecia al fundirse con la multitud que abarrotaba las logias aristotélicas, elevara la vista y leyera el lema escrito en la pared: "A un Dios desconocido".

¿Quien puede asegurarnos, que Pedro no atravesara, junto a los once apóstoles restantes, serias dificultades economicas, por la vida catecumbal, clandestina a la que les obligaba la represión de los paganos romanos? ¿No tiene un hombre derecho a mirar por su bienestar y el de los suyos, aunque sea cristiano primigenio?
Podría ser que Pedro, en un brote paternalista, hubiera maquinado para sus adentros: pues si con un Dios desconocido, se les llenan las logias a los aristotélicos, que llenazos no tendríamos nosotros, si convocaramos a los cristianos con el lema: "A un Dios conocido", ademas muerto José, la carpintería necesitaba una reforma a fondo.

Lo demás podría haber sido coser y cantar, hasta nuestros días, aunque pasaron épocas en que no tuvieron mas remedio que olvidar que el fín no justifica los medios, y tomar las armas, organizar una yihad, emplearse a fondo, para destruir el enemigo mayor: las Ciencias acumuladas, amadas y difundidas desde el mayor centro de sabiduria del mundo antiguo occiental: La Biblioteca de Alejandría.

Pero ya puestos, había que dar una muerte ejemplarizante, cuyo horror se expandiera a todo el Mediterráneo, como los espantos que gustaba desplegar el General Mola, y que su recuerdo, en los siglos venideros, paralizara las ansias de saber en jóvenes y ancianos.

Entonces elucubraron sádicos, no la lapidación, sino el descuartizamiento con caracoles afilados, del cuerpo que dicen fué bellísimo, de la Directora, filosofa y matemática de la Biblioteca: Hipatia, mi venerada, Hipátia de Alejandria.
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