El mapa del mundo

(E)lecciones

Esta semana vive de lleno la resaca de algunos procesos electorales que, a pesar de la distancia que los separa, tienen en común más de lo que parece. ¿Qué aproxima los casos de Ecuador y Ucrania? Los kilómetros no, desde luego. Quizá otra cosa, como por ejemplo el uso, y abuso, de las elecciones. En el caso de Ecuador, ocho presidentes en menos de diez años, con tres destituciones de inspiración callejera, no son un indicador de buena salud electoral. En Ucrania, tres elecciones legislativas en tres años, son otra variante de esta adicción a las consultas.

No se trata de criticar que haya elecciones, todo país que quiera salir de una transición más o menos difícil, y sin que ello sea condición suficiente, tendrá que pasar por varios procesos electorales. Pero el problema no se reduce a la jornada electoral, que tiene tendencia a desarrollarse con normalidad. Ello lleva a veces a la comunidad internacional, por eficientes que sean sus observadores electorales, a concluir que si el día E, la jornada electoral, ha ido bien, será que el problema está resuelto.

Pues no, el problema se desplaza hacia abajo. El mal comportamiento de las élites surgidas de las elecciones, su manipulación formal de los resultados, una afición a judicializar todo resultado contrario o a confundir una victoria electoral con la encarnación del poder constituyente, todo ello son variantes de esta sobrecarga de responsabilidad. No, democratización y estabilización requieren otro tipo de actitudes y estrategias.

Pere Vilanova

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