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Cuba: entre la inmovilidad de Washington y el diálogo con Bruselas

El fin del Fidelismo no significa una ruptura del régimen cubano que Estados Unidos fomenta desde hace décadas con su política de sanciones y aislamiento. Parece más acertada la Unión Europea cuya Posición Común, aprobada en 1996, promueve una transición pacífica desde el actual régimen político. Estos dos actores externos persiguen objetivos y agendas diferentes, que parecen irreconciliables entre sí y que han permitido que el gobierno cubano, los utilice para sus propios fines.

A menos que Raúl Castro no sea elegido próximo Presidente del Consejo de Estado , la salida del poder de Fidel Castro no cambiará la actitud de Washington y mucho menos en plena campaña electoral. Un portavoz de la Casa Blanca descartó cualquier cambio en la política de Estados Unidos, a la que consideró plenamente acertada. Cabe recordar también que el Gobierno de George W. Bush ignoró dos tímidos intentos de Raúl Castro de explorar acercamientos a Estados Unidos, el principal enemigo externo de Cuba durante los últimos 49 años.

Estados Unidos aplica una política de Estado hacia la isla. Desde los años sesenta, ningún presidente siquiera ha sugerido levantar el embargo y, con la excepción de Jimmy Carter, nadie intentó restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba. Es poco probable que el próximo presidente estadounidense, sea Demócrata o Republicano, cambie esta política. Además, su margen de maniobra es mucho menor que el del Congreso ya que desde se que aprobó en 1996 la Ley Helms-Burton, éste tiene la autoridad para decidir sobre el futuro del embargo y otras sanciones impuestas a la isla. Dicha ley dice expresamente que no se reconoce un gobierno dirigido por los hermanos Castro.

Frente a la inmovilidad de Washington, Bruselas acogió positivamente la renuncia de Fidel Castro. Varias delegaciones parlamentarias han pasado en los últimos meses por La Habana y algunos gobiernos europeos, entre ellos, Alemania, están considerando seguir el camino de España y restablecer plenamente sus relaciones diplomáticas. Además, en septiembre pasado tuvo lugar en Bruselas un primer encuentro con autoridades cubanas y próximamente podría tener lugar la visita de un alto funcionario en La Habana. Nuevamente fue España la que abrió el camino hacia un acercamiento entre Cuba y la UE que, sin embargo, ya fracasó en otras cinco ocasiones.

La visita que había realizado el Ministro Miguel Ángel Moratinos a Cuba, en abril de 2007, permitió reestablecer la cooperación bilateral y el diálogo político incluyendo la delicada cuestión de los derechos humanos. Esta estrategia de mantener los canales abiertos parece más acertada ante los cambios que podrían ocurrir próximamente. Washington, en cambio, ni siquiera tiene una mínima presencia en este proceso. Las décadas de aislamiento entre Cuba y Washington han distorsionado sus percepciones mutuas. En Cuba, la imagen de Estados Unidos oscila entre la del enemigo externo o la del paraíso en la tierra. Estados Unidos, cuya política se dirige hacia un futuro post-Castro diseñada desde la memoria histórica del exilio, parece describir una isla imaginaria.

La Unión Europea peca de lo contrario: su política de compromiso condicionado está orientada a la Cuba de Fidel Castro y carece de una visión estratégica cuyo diseño fracasó por diferencias entre sus miembros. De todos modos,  en la EU, hay un mínimo denominador común en torno a mantener los lazos económicos con Cuba y rechazar las sanciones. Por su presencia en la isla, tanto España como otros países europeos serán al menos testigos del futuro que diseñarán los cubanos sin la "ayuda" de Washington y sus guiones de transición. Pero un mayor papel de la UE en este proceso sólo será posible con un pleno restablecimiento de sus relaciones con Cuba, mediante un diálogo político y un acuerdo de cooperación. Ello debería ser tenido en cuenta cuando la UE revise el próximo junio la condicionalidad de la Posición Común.

Susanne Gratius es Investigadora en la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) en Madrid.

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