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La palabra escrita en Cuba

No es habitual que los dictadores abandonen el cargo para dedicarse al columnismo, ni siquiera de boquilla y por problemas de salud. Pero Castro no es un dictador cualquiera. Para mantener el poder durante medio siglo se necesita algo más que represión y talento para estas cosas: se necesita, sobre todo, un buen contexto. Uno que permita apelar constantemente a amenazas exteriores. Y si las amenazas fueron reales, tanto mejor; aunque desaparecieran hace treinta años.

La oratoria siempre ha sido el mejor aliado del ex presidente de Cuba. Más que la URSS en su momento. Porque la URSS salvó una situación y desde luego financió la sanidad pública, el sistema educativo y hasta el medallero olímpico de la isla. Sin embargo, la vida da muchas vueltas, los amigos se marchan y un buen día pueden reconvertirse en otro contexto. Moscú como culpable de los defectos del régimen. EEUU como justificación de lo que sea. El imperialismo. La patria. Las condiciones objetivas. Emociones en boca de un actor.

La decisión de Castro llega tarde para los cubanos, a quienes se niega el derecho a vivir en libertad, y tal vez para él mismo. Ahora, desde su tribuna en el diario Granma, está a punto de descubrir que nada traiciona más que la palabra escrita. La mayoría de los políticos son muñecos de cámara de televisión y palabrería. Carecen de ideas; o quedan tan desnudas y burdas en un folio en blanco, que no las salva ningún contexto. Nadie moriría o mataría por ellas.

Jesús Gómez

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