El mapa del mundo

Desde el reino de la intolerancia

En menos de un mes, el monarca saudí ha lanzado dos mensajes muy claros en forma de reuniones al más alto nivel. En junio, convocó a 500 líderes y académicos islámicos en La Meca y entre los invitados estaba el ex presidente iraní Alí Hashemi Rafasanyani, que recibió tratamiento especial.

En un país como Arabia Saudí en el que la jerarquía religiosa ni siquiera considera que los chiíes sean auténticos musulmanes, el gesto de Abdalá resultaba muy significativo. Era una forma de decir que el Islam no debe permitir un enfrentamiento violento entre suníes y chiíes, como ha ocurrido en Irak y Líbano. El gesto parece loable pero no servirá de nada si los chiíes saudíes continúan recibiendo consideración de ciudadanos de segunda clase.

La cita de Madrid tiene un cariz similar. Esta vez, el llamamiento al diálogo y la convivencia se hace a las otras grandes religiones, en especial la cristiana y la judía. Busca mejorar la imagen saudí en Occidente, permanentemente manchada por los atentados de Al Qaeda, fundada por el muy saudí Osama bin Laden.

Una vez más, la iniciativa propagandística será irrelevante si Abdalá no consigue que sus imanes abandonen la interpretación más intolerante del Islam, y pocos creen que sea capaz de algo así.

La familia real saudí gobierna el país desde su fundación en un singular gobierno de coalición con una jerarquía religiosa cuyo rigor es tan extremo que es fácil de confundir con la intolerancia. El mayor peligro que supone Arabia Saudí para Occidente no proviene de los atentados de Al Qaeda, sino del tipo de adoctrinamiento que reciben millones de musulmanes en todo el mundo en centros religiosos financiados por los saudíes. No está claro que de eso se vaya a hablar en Madrid.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Más Noticias