El mapa del mundo

Rusia recupera su puño imperial

No han pasado ni veinte años desde el fin de la Unión Soviética y Rusia vuelve a ser el gran imperio del Este. Sin necesidad de apelar a la retórica marxista leninista ni a ninguna idea difusa y poco creíble sobre la hermandad de la clase trabajadora, pero manteniendo los viejos instintos hegemónicos. La Gran Rusia ya no tiene que contar los combates por derrotas.
Chechenia fue sólo un asunto interno, un intento por frenar la desintegración del país.

Lo que ha ocurrido en Georgia es la primera demostración militar, no simplemente económica o política, de que Moscú se reserva por la fuerza el derecho a reservar una esfera de influencia en el exterior. Como todo imperio, quiere contar con un anillo de seguridad en el que la hierba no pueda crecer sin su permiso.

Hasta ahora era Washington quien había jugado con ventaja sus cartas. EEUU ha firmado acuerdos sobre defensa antimisiles con Polonia y la República Checa. La CIA goza de una excelente relación con los servicios secretos polacos, que probablemente han permitido la instalación en su país de una de esas cárceles secretas en las que se ha recluido a los sospechosos de pertenecer a Al Qaeda.

Washington también ha suscrito acuerdos militares de menor nivel con Rumania y Hungría. En su momento apoyó la revuelta popular que sacó del poder a los partidos prorrusos en Ucrania. Aspira a tener una relación estable con Kazajstán,
para que la exportación de gas y petróleo no se vea condicionada por los deseos de Moscú.

Rusia se veía rodeada, y eso era especialmente irritante en el caso de Georgia por los conflictos territoriales de Osetia del Sur y Abjasia, y por la personalidad provocadora de Mijaíl Saakashvili. El presidente georgiano alardeaba de su relación con EEUU, de su amistad con George Bush y de la aportación georgiana a la guerra de Irak.

Un país de menos de cinco millones de habitantes se convirtió en el tercer aliado norteamericano en aportación de tropas al campo de batalla iraquí. Saakashvili estaba invirtiendo en EEUU con la intención de pedir en su momento que le devolvieran el favor.

El feroz contraataque ruso le ha bajado de la nube. Saakashvili pretendía involucrar a Occidente, a EEUU y la OTAN, en la consecución del sueño nacionalista georgiano. Y si bien Moscú ha revelado hasta que punto conviene vigilarle, nadie cree que europeos y norteamericanos vayan a derramar sangre por la devolución de Osetia del Sur a Georgia. Una hipotética entrada de Georgia en la OTAN sería como regalar una pistola a un menor de edad de tendencias desequilibradas. Y eso es lo que parece Saakashvili al haber ordenado la ocupación de Osetia del Sur para intentar negociar desde una

posición de fuerza.

Es uno de los inconvenientes de la guerra preventiva. Sólo resulta efectiva, y no siempre, cuando procede de un Estado poderoso que se puede valer por sí mismo aun a riesgo de despertar la condena internacional. Está fuera del alcance de un país pequeño como Georgia que se las ve con un gigante sin demasiados escrúpulos.

Saakashvili pensó que podía sorprender a Putin y crear una realidad sobre el terreno que fuera imposible de revertir. Gran error. No se intimida a Rusia hablando un inglés aprendido en Harvard. Quizá se pueda impresionar a un vaquero de Texas pero no a un zar enfurecido.

En los últimos meses, el Ejército ruso había mejorado la infraestructura ferroviaria en las dos Osetias para facilitar el traslado de sus unidades blindadas. Sólo estaba esperando una excusa para aplastar a las fuerzas georgianas. A veces, los gobernantes se dejan llevar por la impaciencia y la ira. Putin despreciaba profundamente a Saakashvili, pero no perdió la calma. Sabía que llegaría su momento.

Putin está al mando

La crisis demuestra también quién está al mando en Rusia. Al iniciarse los combates, Medvédev estaba realizando un crucero en el Volga. Era Putin quien representaba a Rusia en Pekín. A la vuelta de ambos a Moscú, a Medvédev le quedó el papel institucional y las imágenes de sus reuniones con los ministros. Putin, en mangas de camisa queriendo hacer buena su imagen de hombre de acción, voló a Osetia del Norte para dar las órdenes oportunas y prometer ayuda a los refugiados que huían de los combates.

Allí ha sido donde ha detallado los planes de su Gobierno: "Rusia ha jugado un papel positivo y estabilizador en el Cáucaso durante siglos. Así ha sido en el pasado y así será en el futuro. Que no haya ninguna duda al respecto", dijo.

Una vez más, Putin convence a los rusos de que el pasado imperial de su país no tiene por qué quedar sepultado en los libros de historia. El imperio del Este ha vuelto. Los georgianos acaban de sufrirlo y los demás vecinos de Rusia tienen tiempo para digerir la lección.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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