El mapa del mundo

Una guerra de todos contra todos

Estados Unidos y Pakistán son unos aliados realmente singulares. Los norteamericanos atacan objetivos de los talibanes y Al Qaeda en territorio paquistaní sin molestarse en pedir permiso a Islamabad. Al menos en dos ocasiones, los helicópteros de EEUU han sido recibidos con fuego cerrado por sus aliados al atravesar la frontera. Es sólo un aviso o un prólogo de lo que puede venir. Parece cuestión de tiempo que soldados de ambos países terminen combatiendo entre sí.

Un teniente coronel de marines ha confirmado a una revista militar de EEUU lo que había contado antes en varios informes internos: en junio de 2007 helicópteros paquistaníes entraron en territorio afgano para aprovisionar a un campamento talibán situado en la provincia de Nangarhar, al este del país. Hace unas semanas, la CIA filtró a The New York Times que el ISI (los servicios de inteligencia de Pakistán) participó en la preparación del atentado de julio contra la embajada india en Kabul, donde murieron 41 personas.

Los incidentes son demasiado numerosos como para considerarlos hechos aislados. La Administración norteamericana ha pasado todos estos años sosteniendo la ficción de que ambos países trabajaban juntos en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes. Pero los matrimonios de conveniencia tienen sus inconvenientes.

Pakistán nunca ha considerado que los talibanes sean una amenaza para toda la zona. Para el Ejército y el ISI, representan una baza de la que no van a prescindir. La necesitan para mantener una cierta estabilidad en las zonas fronterizas, habitadas por unos pastunes tan radicales y rebeldes como los pastunes afganos del otro lado de la frontera, y para conservar su influencia en un Afganistán que, de lo contrario, podría girar hacia la órbita de influencia de la India.

Los uniformados continúan jugando el peligroso rol de aprendiz de brujo. Las nuevas autoridades paquistaníes no ignoran esta realidad ni tampoco la amenaza talibán o la influencia de EEUU. Lo que pocos creen es que tengan poder suficiente como para liberarse de esta presión combinada.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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