El mapa del mundo

Clegg dice la verdad y encima le va bien

Hace unos años, unos jóvenes ingleses blancos con los que jugaba al billar en un pub del East End londinense me dijeron que me iban a machacar igual que su país derrotó a Alemania en la Segunda Guerra Mundial. A medida que sus bromas de mal gusto sobre Hitler se hacían cada vez más pesadas, un anciano que miraba la escena se levantó y les increpó diciendo que él había luchado en aquella guerra. "Hoy tengo una pensión de mierda mucho peor que la de cualquier alemán. No tenéis derecho a presumir de la guerra. So shut the fuck up", les espetó. Se acabó la partida.

La prensa de derechas ha desenterrado ahora un artículo que en 2002 escribió Nick Clegg en el que denunciaba ese "sentido erróneo de la superioridad" de su gente para cuestionar las credenciales patrióticas del candidato de los liberales demócratas. Son los mismos elementos que empujaron a David Cameron a sacar a los eurodiputados conservadores del grupo popular para meterlos en una alianza con partidos homófobos y que en algunos casos rozan el fascismo.

Quizás porque piensa que no tiene nada que perder, Clegg se atreve a decirles muchas verdades a los votantes británicos, verdades que los dos grandes partidos prefieren callarse o directamente manipulan. Por ejemplo que la inmigración tiene un impacto positivo para la economía del país. Los liberales demócratas han sido el único de los grandes partidos que ha estado en contra de la guerra de Irak desde el principio frente a la complicidad entre laboristas y conservadores.

Asustados ante el auge del tercer partido del país, los tories han recurrido a otra falacia. Su portavoz de economía ha advertido de que los mercados financieros podrían tomar muy mal la posibilidad de que no salga un Gobierno estable de las urnas. ¿Pretenden delegar el voto directamente a los brokers?

Los británicos llevan mucho tiempo presos del autoengaño de su pasado glorioso y de la arrogancia del establishment político-empresarial. Por fin, parece que quieren dar un golpe en la mesa.

Thilo Schäfer

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