el pingue

Lengua

Lengua

En julio Güein no perdonaba los miércoles de pesca. A él le aburría la caña, era más de retel. El miércoles usaba las sardinas del martes aplastadas en las cajas de la pescadería de Manolita. Ella se las daba de buena mañana y dependiendo de la cantidad así estaba más o menos tiempo dedicado al Duero. Le llamaban Güein en honor a John Wayne. De crío se subía a los carneros del aprisco de su padre y simulaba ser el sheriff más temido del valle. Ahora él, ya jubilado, no disponía de otra montura que una bicicleta GAC de freno de barillas.

La mañana del catorce de agosto del dos mil nueve falleció de infarto. Cuentan que ese día Juan había cenado lenguas de lechazo rebozadas en salsa verde y unos cangrejos picantes. Se sabe que fue así porque su hermana, la Pruden, lo contó a la mañana siguiente del sepelio en la panadería.

-Ya ves. Le había dado Carmelo las cinco cabezas que le sobraron del fin de semana. Si no las vendía se las daba, ya lo sabéis.

-¡Qué lástima!, con setenta años.

-Así es. Os dejo. Voy a ver si pago la misa a don Pablo.

...

-No se cuidaba nada, ni iba al bar. Mira que la pobre Pruden le animó a hacer ese curso de internet...

-Si lo hizo y decía que había ligado por el cha con una de Parla.

-¡Cómo va a ligar! ¡Si era un sieso!. Fijaté lo que te digo: lo más cerca del seso que ha estado es cuando se ha comido las lenguas esas que le daba Carmelo. ¡Jajajaj!

-¡Qué mala eres, Mari, casi de cuerpo presente!

-Jajajja, adiós, me voy a hacer la comida.

...

-Pues bien que la bailaba

-Eso digo yo.

Letrasjuntas nº24

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