el pingue

Sin acreditación ni alfombra roja

Hace unos días asistí a la fiesta de la vendimia de un pequeño pueblo de la provincia de Zamora: Morales de Toro. Como cada año, me llamó Carlos Gallego, veedor de la D.O Toro, para que asistiera a esta fiesta repleta de guiños a la tradición. Por allí anduvieron machos tirando de carros repletos de uva Tinta de Toro, puestos con los vinos más representativos de las bodegas y gentes venidas de toda la comarca.
En ésta fiesta e imagino que en muchas otras, no hay moquetas rojas, ni individuos con la acreditación colgada, ni tampoco gurús. En esta fiesta estaban los labradores con sus caras cuarteadas por el sol, vestidos de domingo e impacientes ante la vendimia que se acercaba.
A punto estuve de pedir asistir a un día de vendimia, a una mesa de selección, pero esos días son frenéticos. Mientras probaba alguno de los vinos y contemplaba cómo alguna que otra bodega de relumbrón tenía su puesto vacío -¿no les parecerá que la fiesta tiene el suficiente glamour?-, me acerqué a una carreta que portaba un letrero bastante explícito. El que os muestro.

el pingue en Morales de Toro
A mí me hizo gracia pero ni pizca les hace a los labradores que cada año ven cómo sus tierras se dejan perder o, todo lo más, pasan a ser arrendadas. Y es que si a Castilla y León se le van los ciudadanos a otras comunidades, la agricultura pierde decenas de labradores año a año. Ahora bien, si ustedes escuchan a los responsables de la cosa, se quedarán tranquilos pues ellos argumentan todo lo contrario, todo va bien.
En esa misma fiesta me encontré con Vicente Pastor, ese quesero de Morales del Vino que lleva años ofreciendo un producto de calidad, premiado aquí y acullá. Él también me dijo que la cosa estaba baja y que ellos habían conseguido tener un 30 por ciento de la producción dedicada a la exportación: Dinamarca, Inglaterra, ..... Y es que al final, en esta carrera de obstáculos que es sacar un producto agroalimentario al mercado, lo importante es la calidad y la defensa de aquello que hace única la leche de las ovejas y de los pastos que frecuentan; ese terruño con sus cepas, su clima, su orientación; esas harinas fermentadas y cocidas en hornos de barro o de leña, ...... 

Qué malo es el que todo sea tan uniforme. También, gracias a esta uniformidad, siempre hay quien hace de encantador y nosotros de encantados para así, con un poco de "auto" y otro tanto de sugestión, convencernos de que aquello es "caprice des dieux".

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