el pingue

Banderillas y Mansos

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La lectura de un libro que no sea sobre gastronomía me sitúa ante mis carencias como al rey ante la multitud: desnudo. No lo voy a negar, y menos en este blog, que soy un tarado de la lectura siempre y cuando tenga que contarme cosas sobre lo que comían, carecían o anhelaban los protagonistas. Sin embargo, he descubierto con Mansos de Roberto Enríquez que quizá todos los libros son como un menú degustación.

Está claro. Al leer el título alguno pensará que he enloquecido y me estoy dedicando a hacer crítica taurina o que la tele-mierda me ha engullido y ya veo, como uno de sus personajes, semejanzas en todas las cosas. Nada más lejos de la realidad.

El libro Mansos es un menú degustación de vanguardia, que te lleva y te trae del ronzal, casi sin aliento, donde las campanas que esconden comida elaborada son páginas que te nublan las gafas y te ciegan con la condensación de la sauna donde se desarrolla la trama. Otras veces  se convierte en un plato de banderillas y aceitunas con hueso, y el local  un bar con servilletas manchadas de grasa, palillos y titos por el suelo, ese suelo, ese fango que acumulamos trufándolo de miedos, cinismo, mentira, estulticia y mala baba.

Naranja es el Birkin de Hermès de la portada y naranja es mi nueva Le Creuset. Dicen que este color incita a pensar,  "estimula la mente, renueva la ilusión en la vida y es el perfecto antidepresivo".  Quizá sea por eso el color elegido por ambos, Roberto y Le Creuset. Quizá por eso leer sobre lo desconocido es viajar a pesar de los prejuicios, quizá por ello estrenar cazuela se ha convertido en algo parecido: nunca se sabe cómo terminará el guiso.

Roberto, BobPop en Público, ha escrito un relato que conmueve, que emociona, que impresiona, que no deja indiferente. Lo mismo pido cuando como en un restaurante, aunque sean tan sólo banderillas, aunque sea un becada, aunque fuera, como quizá es el caso, el último menú, el último del último día de servicio en el Bulli.

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