el pingue

Chocolatería San Ginés. Churros, porras, chocolate.

PRÓLOGO:

Hace muchos años, más de treinta, visitábamos a menudo a mi abuela Juanita que vivía cerca de Ríos Rosas, en la calle Alenza de Madrid. Aquella casa tenía su encanto, a pesar de ser interior y con alguna habitación que parecía una alcoba. Recuerdo la bañera de hierro fundido, con patas, que ocupaba casi la totalidad del suelo de baldosa, ajedrezado. Allí viví años muy felices, cuando aún creía en los reyes magos y dejaba peladillas y turrón para que picaran tras traerme los regalos. De entonces conservo un recuerdo imborrable y es el de una chocolatería churrería de por aquella zona, donde mi padre compraba un junco repleto de churros. Conservo la sensación de chascarlos para desprenderlos y el colacao en vaso reciclado de nocilla. Lo curioso es que nunca vi tal churrería. Quizá también mi padre era un mago.....

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Hoy se vota en el Congreso la reforma laboral. He escuchado a uno de esos "miles" de tertulianos hacer referencia al "churro" que era  tal reforma, parafraseando a Durán i Lleida. Pues bien. Me he acordado de una chocolatería muy conocida de Madrid en la que disfruté tanto en cuarto de hora que casi me hago fuerte en una de sus mesas de rincón y no me sacan de allí ni los antidisturbios.

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Chocolatería San Ginés se llama  y viene recomendada en todas las guías de viajes. Para los que vivan en la Capital o en Tokio, como nos cuentan los chicos de Gastronomía&Cía,   no será una sorpresa pero, para los que estamos en provincias, el comerse unas buenas porras es casi imposible. Habíamos tenido una experiencia pésima unos días antes en una cafetería de la zona de Huertas, donde este frito estaba frío y más aceitoso de lo normal.

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Churros finos y crujientes sin sabores raros a aceites quemados; porras con su punto salado y huecas, con toda la ligereza que puede haber en un producto que pasa por la sartén. En definitiva, un homenaje con el que comencé el día reconciliándome con la hostelería "de toda la vida". Lugar limpio, bien atendido y con mucho encanto. Encantado, vamos.

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