El run run

Sobre los haitianos y los cínicos

Parece que fue ayer, pero han pasado cuatro años y un terremoto asolador desde que España retiró sus tropas de Haití. Los dos mil infantes de marina aportados a la misión de Naciones Unidas para estabilizar el país, tras el segundo y traumático mandato del cura populista Jean Beltrand Aristide, entre 2000 y 2004, volvieron a casa sanos y salvos; "un verdadero milagro", le oí decir al entonces jefe del Estado Mayor de la Defensa y hoy del CNI, general Félix Sanz Roldán. La operación de estabilización Minustah fue promovida por Brasil y otros países de América Latina en la ONU. El belicoso presidente de Estados Unidos, George Bush, no quiso saber nada de la pobre gente, sojuzgada durante tres décadas por la dictadura de los Duvalier. Y el francés Chirac se llamó Andanas. La quijotesca España arrimó el hombro. Cuando, en 2006, parecía que los esfuerzos permitían atemperar la desgracia, las grandes potencias seguían sin aportar la ayuda comprometida en una conferencia de donantes para hacer viable el país. El Ejecutivo de Rodríguez Zapatero constató la burla y, en la misma sede de Naciones Unidas, su entonces ministro de Defensa, José Bono, se enfadó y anunció la retirada. Ante la desolación del terremoto, Barack Obama se vuelca con medios militares y ciertos mandatarios se muestran consternados ante el dolor de una gente que hasta ayer les importó un pito.

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