El tablero global

¿Quién teme a la China feroz? Todos menos Liu

Es la venganza de... Goujian. Medio siglo antes de Cristo, ese monarca de Yue (hoy Zhejiang) derrotado en el campo de batalla por el vecino reino de Fuchai, fingió durante ocho largos años ser el leal vasallo de su enemigo. Pero cada noche lamía la bilis de un animal para no olvidar su afán de desquite. Cuando los excesos del rey Fuchai lo arruinaron, Goujian seguía durmiendo sobre un lecho de broza, pero había acumulado las suficientes riquezas y tropas para vengar su humillación. En el 482 AC, las huestes de Goujian pasaron a cuchillo a Fuchai y a toda su corte. Casi 2.500 años después, Goujian sigue siendo uno de los más grandes héroes del pueblo chino, al que quizá le ha llegado de nuevo la hora de la revancha.
La hasta hace bien poco conciliadora diplomacia china se ha transformado en intransigente y amenazadora; los otrora laboriosos y pacientes empresarios chinos se han convertido en auténticos tiburones multinacionales; el antes defensivo Ejército del Pueblo ha emprendido una agresiva "cuarta modernización" de arsenales que amenaza todo el Pacífico oriental.

El dragón no sólo ha despertado, sino que ruge ferozmente y todos tiemblan a su paso. Como los cada vez más numerosos países que hoy no se atreverán a asistir a la ceremonia del Nobel de la Paz por temor a demoledoras represalias... de momento sólo económicas.
Pero Pekín ha echado el resto contra Liu Xiaobo porque a lo único que teme es a su propio pueblo: a que 1.300 millones de personas reclamen derechos democráticos. Así que la única forma de contener la vendetta del coloso asiático es promover la libertad de sus ciudadanos.

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