El tablero global

Putin, el zar de un sistema político privatizado

Como ya sabíamos todos, Putin regresa al lugar del que nunca se fue: la cúpula del Kremlin. Y lo hace con la mayor de las desvergüenzas: fingiendo que su marioneta Medvédev es quien le ha pedido ese nuevo sacrificio y después de que la Presidencia (cuando él supuestamente no la ostentaba) reformase la Constitución para que ahora pueda seguir reinando durante dos mandatos de seis años, en vez de los cuatro años que fijaba anteriormente. Prolongación que, claro, no entrará en vigor hasta que le toque a él de nuevo ser jefe del Estado, dentro de seis meses.

Como Putin lleva al frente de todas las Rusias desde 1999 (primero, como jefe de Gobierno, después como presidente en funciones, más tarde como jefe del Estado y a continuación como primer ministro omnipotente), su era de poder absoluto se prolongará durante todo un cuarto de siglo –¿a quién le cabe alguna duda de que será elegido presidente dos veces más?– hasta que haya cumplido 71 años.

Como Putin no parece tener ideología alguna –algo muy conveniente para su forma de gobernar–, tampoco ha de tenerla su partido Rusia Unida, en el que puede dejar al frente a Medvédev porque su único objetivo es mantener en el poder a los mismos burócratas que entronizó este exagente del KGB que llegó a la cima manipulando a un beodo y senil Yeltsin.

Como Putin se ha especializado en crear minipartidos a medida para controlar los votos que no se incluyan en el 60% preadjudicado a Rusia Unida, podemos esperar unas cuantas formaciones que exploten el nacionalismo xenófobo de una parte importante del electorado. Peligroso ejercicio demagógico que seguirá al cargo del Rasputín del Kremlin, Vladislav Surkov, quien ha urdido "un sistema político privatizado", como lo definió el defenestrado oligarca Prójorov, expulsado del partido (supuestamente opositor) Causa Justa por no ceñirse estrictamente a las instrucciones de la jefatura del Estado.

Como, en fin, ya conocemos con toda precisión los resultados definitivos de los dos próximos escrutinios (el legislativo en diciembre y el presidencial en marzo), también sabemos que Rusia seguirá sometida al imperio de la corrupción y la arbitrariedad. Lo que no sabemos es si tan gran nación logrará sobrevivir a otro periodo de estancamiento como el que padeció durante el sovietismo (y mientras Putin ascendía a la política utilizando las armas del servicio secreto) o si acabará tan exhausto y desesperanzado como en el final de la URSS.

Como quiera que sea, lo que ocurra será responsabilidad personal (y privada) del nuevo zar Putin I. Y la prolongación cuasi vitalicia de su regencia no augura nada bueno para el pueblo ruso.

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