A contracorriente

La fuerza del lulismo

Hace más de 10 años una revista opositora exclamaba: "¡El PT ha muerto! ¡Viva el lulismo!". Quería decir que los escándalos denunciados habrían golpeado de muerte al PT, solo le quedaba el liderazgo de Lula. Era una afirmación con intenciones despectivas: se agotaba el partido, expresión orgánica de un proyecto histórico, sustituido por un líder carismático, populista, demagógico, que mantenía el apoyo popular en base a un discurso vacío y a promesas incumplidas. Muy pronto todo se desplomaría. Derecha y ultra izquierda se unían en un mismo diagnóstico y deseo de que se realizara.

Lula fue reelegido en 2006 y su sucesora en 2010, Dilma Rousseff, fue a su vez reelegida en 2014. ¿Basta con la demagogia y el carisma de un hombre para explicar esto? ¿O más bien se basa en el hecho de que el país más desigual del continente ha vivido extraordinarias trasformaciones sociales en 12 años, aun en el marco de una gran crisis internacional?

Ni la derecha ni la ultra izquierda han logrado descifrar el enigma Lula. Ha triunfado en cuatro elecciones presidenciales, aun teniendo a todos los medios de comunicación en contra. Por ello, aun cuando se trata de una crisis del gobierno de Dilma y por extensión del PT, las baterías de la derecha se vuelven contra Lula, conscientes de que si vuelve a ser candidato en 2018 es más que probable de que se haga con la presidencia.

Pero la ofensiva sobre Lula no se hace en contra de su discurso político, ni contra los logros de su gobierno, sino intentando descalificar legalmente la posibilidad de que él sea candidato, por medio de acusaciones a supuestas irregularidades del Instituto Lula, desde donde opera el expresidente. Es como si su inseguridad de cara a las elecciones de 2018 les llevara a iniciar una campaña.

En el mismo Congreso del PT, recién concluido, se daban todas las condiciones para que se ahondaran las diferencias entre el partido y el gobierno de Dilma Rousseff, que ha implementado medidas de ajuste fiscal. Lula se esfuerza no solamente por mantener la cohesión interna del PT, sino también para que Dilma vuelva a centrar su gobierno en una agenda positiva, para que recupere apoyo popular, pero también para que mejoren las relaciones entre el PT y los movimientos sociales de una parte y el gobierno de otra. Lula sabe que necesita un gobierno que él pueda  reivindicar en su campaña de 2018, aunque sabe que la referencia central no serán los mandatos de Dilma Rousseff, sino los suyos, el momento dorado, hasta la fecha, de los gobiernos del PT.

Eso es lo que teme la oposición. Por eso reclama una ley que impida la reelección —como si ya aceptara la victoria de Lula en 2018—, tratando de que no pueda tener de nuevo dos mandatos, aun concediendo un mandato más largo, de cinco años. La crisis del PT sobrevive a su Congreso, pero la fuerza de Lula sobrevive a la crisis del PT, a la crisis de la economía brasileña y a la crisis del gobierno Dilma.

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