A contracorriente

La variable Lula

Lula fue colocado en el centro de la vida política brasileña. Todos los focos se concentran sobre él: o será abatido en el vuelo por la derecha o ejercerá el papel de eje en la recomposición de la izquierda brasileña y conseguirá dar continuidad al proceso político iniciado en 2003, con todas las adecuaciones necesarias.

Es por eso que, en medio de una campaña de ataques de todo orden, el Instituto Lula fue blanco de un atentado, con un artefacto lanzado por la noche desde un vehículo. Nadie sufrió heridas, pero queda la advertencia de cómo a la agresividad verbal sucede la terrorista, en un clima en el que el silencio frente al ascenso de la derecha indica complicidad con el fascismo.

En un marco de crisis de credibilidad de las instituciones, de las fuerzas políticas y sociales, de los gobiernos a todos los niveles, de los liderazgos, la excepción es Lula. Si no fuera así, él no seria el blanco privilegiado de los ataques de la derecha. Si la derecha creyera en las encuestas que difunde, bastaría con que esperara a 2018 y derrotarlo. Pero incluso esas encuestas atribuyen a Lula un 33% de votos y, sumando a todos lo que podrían votar por Lula, lo convierten en favorito para volver a ser presidente de Brasil.

Por ello, el futuro de la derecha brasileña depende de si consigue expulsar a Lula, por cualquier método, de la vida política brasileña. Tendría así el camino abierto para reconquistar el gobierno y poner en práctica su proyecto de restauración conservadora. En caso contrario, tendría que resignarse con el nuevo mandato de Lula como presidente de Brasil.

Del lado del campo popular, Lula es además la gran referencia, el gran patrimonio con el que la izquierda puede contar. El líder popular más importante de la historia de Brasil, Lula, mantiene vínculos profundos con la masa de población, sus gobiernos han quedado marcados en la conciencia y en la memoria de las personas, Lula representa la autoestima de los brasileños. Por todo ello, a pesar de la brutal campaña  en su contra, su imagen permanece enraizada en el seno del pueblo brasileño.

Pero no está tan sólo en la memoria del pueblo. Lula representa también su esperanza. Nadie como él tiene el carisma y la mística de su  liderazgo.

Desde la crisis de 2005, cuando la imagen del Partido de los Trabajadores (PT) quedó negativamente afectada por las denuncias de corrupción, la imagen de Lula se fue desmarcando de la del partido, a medida que su gobierno fue ganando prestigio, con el éxito de las políticas sociales. Incluso cuando la imagen del gobierno de Dilma Rousseff, asi como la del PT, sufren con la mas dura campaña de la oposición, la imagen de Lula resiste, ya que los brasileños echan de menos  su gobierno.

Pero para jugar papel de eje de la recomposición de la izquierda y del campo popular, Lula necesita crear nuevas ilusiones en el país, proponer nuevos objetivos, con continuidad y profundización de lo que se ha hecho hasta ahora, con diálogo con nuevos sectores sociales, especialmente los jóvenes, tanto los de la periferia como los de la misma clase media. Lula necesita aparecer como la persona que reivindica tanto la visibilización de esos sectores como los espacios de las mujeres, rechazadas por el Congreso en sus reivindicaciones. En definitiva, Lula tiene que representar, a la vez, la reanudación de lo que fueron sus mandatos de gobierno, del 2003 al 2011, la forma de hacer política que unifique a todas las fuerzas que prestan apoyo a los programas él propone, como también la renovación de esas propuestas. En las reivindicaciones, en las propuestas, en la interpelación y en la integración de sectores hasta hoy marginados de la vida política.

Lula puede ser el eje de la agregación de fuerzas que dispute, de nuevo, de forma vencedora, el destino de Brasil, lidereando un nuevo movimiento popular que altere profundamente las relaciones de poder que todavía resisten al inmenso proceso de trasformaciones sociales iniciado por él mismo.

Cualquier especulación política sobre el futuro de Brasil que no tome en consideración la variable Lula, que no tenga en cuenta el factor determinante de su liderazgo, está equivocada. Candidatos opositores ya conocidos y derrotados en campañas anteriores, son los nombres de la oposición, sin ninguna posibilidad de hacer frente a Lula. De ahí la desesperación de la oposición, para intentar quitar a Lula del camino, de la forma que sea.

Una vez más, el que no descifra el enigma Lula y no se da cuenta de su inmenso potencial de liderazgo, es devorado por él, como ha ocurrido de forma reiterada en Brasil desde el año 2002.

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