A contracorriente

La alternativa es la derecha

Los gobiernos posneoliberales latinoamericanos siguen ocupando el centro del escenario político del continente. Sus grandes líderes —Lula, Cristina, Evo, Correa, Mujica, entre otros— siguen siendo referencia para los pueblos de sus respectivos países y para el conjunto de la región.

Los que pregonaban apresurados un "fin de ciclo" —en la línea de otros ilustres decesos también muy marketinianos; de la historia, del Estado, de los partidos, incluso de la política— han terminado por darse cuenta de que la alternativa a los gobiernos posneoliberales no pueden ser articuladas ni por la derecha ni por la izquierda. La derecha busca —y así se ha evidenciado, por ejemplo, en Argentina— la restauración del modelo neoliberal, anterior a los gobiernos posneoliberales que ya en su día lo superaron. La ultra izquierda, por su parte, no tiene ni propuesta, ni fuerza alguna, en ningún país son capaces de protagonizar las disputas políticas, solo existen en solitarios y dogmáticos artículos.

Los gobiernos posneoliberales, en cambio, sí tienen esa capacidad de situarse en el centro del escenario político en disputa permanente con el neoliberalismo, modelo hegemónico capitalista en el período histórico actual. La disputa neoliberalismo/antineoliberalismo es esencial en nuestro tiempo. El sujeto político que sea capaz de personificar la lucha por la superación del neoliberalismo gana ese protagonismo.

Esos liderazgos y las fuerzas políticas que los sostienen son, de esta forma, lo más avanzado que dispone América Latina en la lucha central de nuestro tiempo, una lucha que pasa por la construcción de alternativas que superen el neoliberalismo. Quizá por ello son, al mismo tiempo, objeto de los ataques de la derecha que ve en ellos el obstáculo a salvar para volver a imponer el reino del dinero y de las mercancias por encima de los derechos del pueblo.

Son estos gobiernos los que en mejores condiciones están de garantizar los avances logrados y desarticular los nudos para retomar un proceso de crecimiento con distribución de renta. Dos de esos nudos son fundamentales: la hegemonía del capital financiaero y el control delos medios privados de comunicación en la formación de la opinión pública. En otros términos, el monopolio del poder del dinero y el de la palabra.

La hegemonía del capital financiero y su naturaleza especulativa en la era neoliberal canaliza recursos que la economía productiva necesita para producir riqueza y empleo. En Brasil se calcula que el 15% del PIB se canaliza hacia la intermediación financiera, restándole a la economía productiva recursos fundamentales. Rebajar las tasas de interés y fijar impuestos que graven la circulación del capital financiero son dos de los mecanismos indispensables para quebrar el carácter depredador que el capital tiene en nuestras economías.

Por otro lado, también es necesario romper con el monopolio de los medios privados de comunicación, que permanentemente juegan a desestabilizar económica y políticamente a los gobiernos progresistas. Sin democratización en la formación de la opinión pública, no habrá democracia efectiva.

La polarización política en los países progresistas se mantiene entre fuerzas que sostienen el restablecimiento del modelo neoliberal y las que luchan por su superación. La alternativa a los gobiernos posneoliberales sigue siendo la derecha y su proyecto de restauración neoliberal. Esa es la disputa política fundamental en la era neoliberal.

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