Tierra de nadie

Franco se saldrá con la suya

No contento con el engendro de un ley de la Memoria Histórica que salda los crímenes de la dictadura con diplomas a los represaliados y permite al Estado desentenderse de su obligación de localizar a los desaparecidos bajo las cunetas, el Gobierno decidió culminar su hazaña constituyendo una comisión de expertos para dictaminar qué se debe hacer con el Valle de los Caídos, una manera a lo Romanones de quitarse el muerto de encima. El estrambote ha sido la entrega del dictamen a un Ejecutivo en funciones, una nueva burla de quien no ha tenido arrestos para asumir sus responsabilidades.

Si esta extemporánea presentación del informe no era prueba suficiente del deseo del Gobierno socialista de hacer la estatua, su recomendación de elevar un memorial en piedra abunda en esa idea. Nada hay en él que se desconociera de antemano, empezando por la supuesta imposibilidad de identificar los restos de los republicanos enviados a Cuelgamuros, otra añagaza más porque una cosa es que dicha identificación sea muy costosa y otra que sea imposible. Si realmente se hubiera trabajado con la premisa de intentar devolver los restos a las descendientes de los allí inhumados, ¿por qué no hacerlo con los de José Antonio, sobre los que no cabe duda alguna?

Más inquietante aún es que la comisión dé por buena la propaganda franquista y proponga que el Valle de los Caídos se perpetúe como un monumento a la reconciliación, cuando en realidad debiera serlo a los horrores de la dictadura. Franco quiso hacerse enterrarse sólo junto a los suyos, y la razón del traslado de miles de asesinados por su régimen fue la oposición de los familiares del bando nacional y de muchos Ayuntamientos a vaciar sus cementerios y dejar enterrados allí sólo a los rojos.

Tan ofensivo como que Franco siga en el Valle y su momia no haya sido ya devuelta a su familia, es que la comisión establezca como requisito para el traslado la autorización de la misma Iglesia que antes le paseaba bajo palio. Se cuenta con que el PP no moverá un hueso; sólo falta saber cuánto han cobrado los señores comisionados por su sesudo memorando.

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