Tierra de nadie

La democracia del canapé

Los aniversarios de la Constitución deberían ser optativos, de manera que exista la posibilidad de pasarlos por alto cuando las circunstancias lo aconsejen. El de este año habría que haberlo dejado correr, aunque le hubiésemos dado un disgusto a Bono, que es un anfitrión tan perfecto que harían bien los de Ferrero Rocher en ficharle para sus anuncios ahora que va a tener tiempo libre. Ayer reunió en torno a la misma mesa al presidente saliente y al entrante, que hacía días que no se prodigaban en público y de ahí que la prima de riesgo haya bajado tanto. Es verdad que Rajoy había afirmado en Pontevedra que el país no estaba para cenas, pero de comidas no dijo una palabra.

La Constitución cumplió 33 años sin nada que celebrar, como bien se encargó de recordar Cayo Lara al personificar el plantón de IU a los actos del aniversario. Lo resumió a la perfección: ni los parados pueden brindar por un derecho al trabajo que se les niega, ni los desahuciados por el suyo a una vivienda digna, ni el conjunto de los ciudadanos pueden sentirse felices cuando el interés general se supedita al de los mercados por el artículo 33, gracias a esa reforma exprés que socialistas y populares pactaron en un fin de semana y que el PP desarrollará por ley a toda prisa.

Las desafecciones son cada vez mayores y más preocupantes. A la tradicional ausencia de las fuerzas nacionalistas, se sumó CiU por considerar roto el pacto de 1978. La Constitución de todos lo es cada vez menos. Del Rey se podía haber esperado un gesto, pero entre que el jefe del Estado sigue mal del ojo, sobre todo a la hora de elegir a sus yernos, y que sólo se prodiga de lustro en lustro, este año no tocaba. Si el Rey no tiene nada mejor que festejar estos días que la victoria en la final de la Copa Davis, es para apagar e irse.

Dirán que, pese a todo, el Congreso estaba abarrotado de políticos felices. O no se han enterado de que los poderes económicos les tienen rodeados o jugaban al despiste entre los canapés. En esto nuestra democracia nunca defrauda: sus canapés son de primera, especialmente ayer que los servía Mallorca.

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