Tierra de nadie

Cuando la Revolución ya no merece la pena

Orlando Zapata, albañil de profesión y preso político, ha muerte en Cuba tras una huelga de hambre de 86 días. A su madre le han grabado un vídeo a la puerta del hospital en el que contaba sus planes para velarle y pedía tener el valor suficiente para amortajar su cadáver. No era su primer vídeo. Venía denunciado en otros que su hijo había entrado en prisión en 2003 con una condena de tres años y que su pena había crecido hasta los 36 años, en medio de continuas torturas. ¿Formará también esto parte de la gran conjura mundial contra Cuba o de la desinformación que sobre la isla propala cierta prensa? ¿Estará pagada por la CIA la doliente matrona de las imágenes que tacha de "asesinato premeditado" la muerte de su hijo?

Hay cosas por las que merece la pena hacer la Revolución. Uno se revuelve por dignidad, porque siempre estará vigente la frase de Martí de que vale más un minuto en pie que toda una vida de rodillas. Y arriesga su vida por la libertad y la defiende con fe y valor como cantaban los viejos anarquistas. Merece la pena hacer la Revolución por la igualdad de oportunidades, por una educación plena, una sanidad universal, por una vivienda decente. Es justo rebelarse contra el hambre y contra la injusticia, contra la discriminación y las torturas, contra la esclavitud y las mordazas, contra la tiranía.

Y también hay cosas por las que la Revolución deja de merecer la pena. El objetivo no puede ser resistir más que los otros, no perecer, aunque para ello se pase como una apisonadora por encima del individuo y de sus anhelos. El deber del revolucionario no es preservar su existencia. No se hace la Revolución para que los comisarios del partido vigilen desde cada esquina tus movimientos, ni para que las cartillas de racionamiento te aseguren el pan siempre que seas capaz de aguantar las colas y mucho menos para pasar la vida asomado a un malecón soñando con abandonar una bella cárcel tropical abrazada por el mar.

Las revoluciones tienen enemigos pero algo falla cuando entre éstos se cuentan en número amplio quienes debía ser sus beneficiarios. No se hace la Revolución para que un timonel decida hasta su muerte cuándo no ha de darse un paso atrás y luego abdique en su hermano como un monarca absoluto. No se hace la Revolución para que personas como Ornaldo Zapata tengan que morir pidiendo justicia.

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