Tierra de nadie

Los sondeos del Rey nunca fallan

Desde que la glasnot ha llegado a la Zarzuela y la monarquía se ha hecho tan transparente que hasta la corona es de cristal de Bohemia, se ha perdido gran parte del morbo que la rodeaba. Ahora es que lo sabemos todo de lo que ocurre en esas cuatro paredes de la Casa Real, salvo pequeños detalles sin importancia. Estamos informadísimos, por ejemplo, de los arreglos estéticos de la Princesa, del destierro de Urdangarín, al que se ha castigado con no felicitarnos las Pascuas para que expíe sus pecados ‘capitales’, y seguimos al día la rehabilitación de la cadera regia, un asunto que preocupa a la ciudadanía más que la prima de riesgo y el paro juntos.

Hay cosas, no obstante, sobre las que sigue siendo mejor guardar un prudente silencio, no vaya a ser que el techo de cristal ceda por un fallo estructural y se haga añicos sobre los Borbones, cuyo temor a las hemorragias es ancestral. ¿Qué ganamos con conocer el patrimonio personal del Rey o quién le paga algunos de sus caprichos? ¿A quién le importa si el jefe del Estado es titular de alguna cuenta en Suiza, pongamos por caso? Existe un grave problema arquitectónico y es preferible no excederse.

Los últimos gestos de apertura se han materializado en forma de desayunos con medios de comunicación, a los que se convoca periódicamente ante un café con bollos para rendirles cuentas y que transmitan la vitalidad de una institución por la que no pasan los años. Precisamente, tras la última cumbre del croissant hemos sabido con regocijo que don Juan Carlos ha recuperado su popularidad, empañada por ese maldito safari de Botsuana, tan luctuoso para los paquidermos y para el futuro profesional de Corinna zu Sayn-Wittgenstein como touroperadora. En resumen, el Rey pidió perdón y el pueblo, al parecer, ha sido indulgente con los disparos de su escopeta.

¿Que cómo Zarzuela ha conocido la benevolencia del populacho? Pues mediante "encuestas internas" que, según se ha precisado, han empezado a encargarse a raíz del suspenso real cosechado en el último barómetro del CIS. Algo debió de hacerse mal en aquel estudio demoscópico porque ni el presunto latrocinio del yerno ni sus devaneos por la sabana –en el pecado llevó la penitencia-, ni siquiera el tiro en el pie que se pegó el pobre Froilán por no tener a mano la Nintendo son motivos suficientes para desgastar de esa forma a una monarca tan querido y tan campechano.

Ahora, afortunadamente, todo vuelve a la normalidad gracias a estos sondeos "internos", de los que se ha obviado su autoría por pura discreción. Hacerse se han hecho porque la Casa Real no miente nunca, y los resultados son diáfanos y concluyentes. Los recelosos ya estarán preguntándose cuán internas han sido las encuestas y quién las ha pagado. ¿Y qué si se ha preguntado al personal de confianza de Zarzuela o a la rama griega de la familia real? ¿Acaso no forman parte del universo potencial de encuestados?

Con esta buena noticia, España entera aguarda con impaciencia el mensaje navideño del soberano, que podrá ser visto en Youtube por si falla la TDT. Nos dirá muy serio que la ley es igual para todos, que vivimos tiempos complejos y difíciles, que el sufrimiento de hoy tendrá su recompensa, que la Constitución es la leche, y que a ETA ya le vale... ¿La imagen? Impecable del primer al último píxel.

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