Tierra de nadie

Asesinos en pantalón corto

La muerte de una niña de 13 años a manos de otra de 14 ha reabierto el debate sobre la ley del menor y la edad penal, que el PP quiere rebajar de 14 a 12 años. ¿Y por qué no a los 10? Dejen que les cuente. En abril de 2005 un niño de 9 años mató a su madre de un tiro y luego se suicidó; en noviembre de 2008 un niño de 8 años liquidó a su padre y a un amigo de éste. En junio de 2005 un niño de 7 años mató a golpes su hermana de siete meses. En marzo de 2000 un niño de 6 años mató de un balazo a una compañera de clase. En diciembre de 2008 un niño de 5 años mató a puñaladas a su hermano de siete. Son casos reales de Estados Unidos y Canadá que podrían haber sucedido en cualquier parte. ¿Dónde ha de fijarse el límite?

Ante sucesos tan inesperados es fácil perder la perspectiva. O la culpa es de los padres, de la ausencia de valores y hasta de las series de televisión que crean psicópatas en potencia, o recae en exclusiva sobre esos menores a los que habría que poner grilletes desde la cuna. Se olvida que cada caso es un mundo y que algunas acciones se pueden explicar por el entorno y otras por la naturaleza misma de sus protagonistas, porque no todos los niños responden al prototipo de buen salvaje rousseauniano sino al de salvaje a secas que viola y mata por diversión.

La ley será mejorable pero cumple su función, a tenor de las estadísticas. Cada año 35.000 delitos se atribuyen a menores de edad, de los que algo más de 1.500 pueden ser calificados de importantes. Un 90% de sus autores se rehabilitan y no vuelven a delinquir. Existen Rafitas y Carcaños, pero son excepciones que no constituyen una plaga bíblica. No estamos rodeados de monstruos sanguinarios vestidos con pantalón corto. Clamar a cada suceso contra la permisividad de la ley o convertir en penalistas a familiares de las víctimas sólo sirve para captar votos, o eso se cree.

Quizás la solución a las disfunciones sea individualizar los delitos más graves, y dejar que los jueces, auxiliados por psicólogos, determinen si dentro del asesino de 16 años habita un niño o se esconde en realidad un adulto que merece un castigo distinto al que recibiría por ser menor. Entre tanto, seguiremos debatiendo si hay que hacer coincidir la edad penal con la entrada en la guardería o con el último biberón.

Más Noticias