Tierra de nadie

Evo, el indígena gracioso

Hay estereotipos que hacen fortuna y crean muchos equívocos. De Zapatero, por ejemplo, Rajoy acuñó aquello de que era un bobo solemne y cuando quiso darse cuenta de que no era tonto del todo ya le había ganado dos elecciones. Con Evo Morales ocurre algo parecido. En España se le considera poco menos que un indígena analfabeto con ínfulas de dictador, imagen a la que contribuye con denuedo la derecha y cierta prensa que se dice progresista y que hasta hace no mucho era propietaria de varios medios de comunicación en Bolivia aliados de la oligarquía local, gente toda ella progresista hasta la médula.

Ridiculizan ahora a Morales por haber culpado a la comida transgénica de la calvicie europea y a los hormonados pollos de granja de la homosexualidad masculina. Y evitan decir que su público estaba formado por 30.000 delegados asistentes a Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra a los que trataba de inculcar los beneficios de consumir sus productos locales en vez de los importados y favorecer así a sus maltrechas economías. Morales no es Demóstenes y su ciencia es más que discutible, pero su mensaje fue inequívoco: el pollo criado en casa, antes que el industrial; la papa autóctona, antes que la patata holandesa; y la chicha antes que la Coca-Cola, que es verdad que como desatrancador de tuberías no tiene precio.

Como con la anécdota vamos tirando y nos reímos una barbaridad, se evita también explicar que, además de calvos y de hormonas, propuso crear un Tribunal Penal Internacional del Clima en el que enjuiciar a los países que incumplan los acuerdos sobre emisiones contaminantes, reducir éstas a la mitad y convocar un referéndum mundial para establecer los mecanismos para salvar al planeta. Ya nos reímos menos, ¿verdad?

Evo no es Einstein pero sabe sumar y hasta dividir, y cuando afirma que con los 4.000 millones de dólares que cada día se gastan en el mundo en defensa y armamento se pagaría la deuda externa de Bolivia, algunos deberían enrojecer de vergüenza. Morales no tiene títulos y viste con orgullo unos jerseys a rayas de alpaca espantosos, la tradicional chompa, que ya se venden con éxito por Internet desde Bolivia. Con analfabetos como él, su país está saliendo de la miseria. Una risa, o sea.

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