Tierra de nadie

Hay huelgas que carga el diablo

En las interminables negociaciones sobre la reforma laboral, prorrogadas después de que los interlocutores sociales cruzaran el Rubicón del 31 de mayo, se descuenta que no habrá acuerdo, que el Gobierno legislará y que, a resultas del nuevo decretazo, los sindicatos convocarán una huelga general, que es al parecer lo que le falta a los mercados para convencerse de que Zapatero se ha convertido a su credo y que no está disimulando. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, volvió ayer a establecer un nuevo plazo límite de una semana, que se supone que es el tiempo que necesita para poner negro sobre blanco el alcance de la reforma.

Entre otras muchas cosas, la crisis se ha llevado por delante a patronal y sindicatos que, la verdad sea dicha, llevan tiempo sin estar para muchos ruidos. Lo de la CEOE y su presidente moroso constituye una situación insólita que queda resumida en la imprecación que le lanzó uno de los sindicalistas durante la negociación: "Pero vamos a ver, Gerardo, ¿por qué estás tan pesado con reducir las cuotas a la Seguridad Social si tú no las pagas?". De los sindicatos se han hecho críticas injustas y otras que no lo son tanto. En el primer trimestre de 2008, según la EPA, había 2,1 millones de parados; dos años después, son 4,6 millones. ¿Su reacción? Una campaña contra el abuso empresarial y manifestaciones festivas. La de Madrid se hizo el 19 de abril de 2009, domingo.

Si el Gobierno legisla unilateralmente y con equidistancia sobre el mercado de trabajo, las centrales estarán obligadas a ir a la huelga. ¿El problema? Pues que habiendo motivos no hay ambiente, y el pánico al fracaso es cerval. Posiblemente, no dé tiempo a convocarla en junio, el verano es inhábil para la protesta, y calentar motores en septiembre es como echar un galgo. Un paro general que no sea secundado de forma mayoritaria puede herir de muerte a los sindicatos y reducir su influencia en el futuro al plano testimonial.

La principal interesada en que eso no ocurra debería ser la propia patronal, una burocracia prescindible si no existe antagonista al que oponerse. No hay yin sin yang. Sin acuerdo, no sólo compartiría el fracaso sino el peligro de extinción. ¿Que qué tendríamos que hacer los trabajadores ante la huelga? Valorar si nos interesa quedarnos sin sindicatos.

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