Tierra de nadie

Un republicano en la Corte

A lo Catón –luego copiado por Ortega-, Cayo Lara le ha venido a decir al Rey en su primera audiencia aquello de delenda est monarchia, pero con buen rollo, por eso de que el monarca es campechano y hasta el de IU sabe que su minucioso plan para instaurar la III República tiene tantos visos de hacerse realidad como la semana laboral de tres días. En una democracia al Rey se le debe poder decir que sus privilegios emanan del pueblo y que ya va siendo hora de que rinda cuentas de en qué gasta su asignación, en qué invierten él y su familia, a qué primo árabe debe dinero, o que aclare quién le regala coches o le invita a cacerías. Al Rey, por último, se le debe poder pedir con naturalidad que se jubile.

Sin embargo, hay quien cree que todo esto es de muy mala educación, especialmente si se le dice en la Zarzuela, a la cara, sin corbata y con un pin tricolor prendido de la solapa. Y siendo cierto que Cayo Lara no llevaba corbata, no lo es menos que el Rey le recibió con la barba crecida, un look que al jefe del Estado le hace bastante poco regio y mucho más gañán. Al parecer, en presencia de la monarquía, la verdad ha de vestirse de etiqueta.

Al Rey se le deberían poder decir muchas cosas, pero hemos hecho de él una figura intocable, un mito en blanco y negro con voz en off de Victoria Prego. Y por eso, sorprende que un marxista, campesino antes que político, le tutee, le diga que piensa promover un referéndum para que cualquiera pueda ocupar su puesto y le pida que muestre su contabilidad, para que comprobemos si emplea adecuadamente los nueve millones de euros que le ingresamos cada año en su cuenta corriente. Sólo Anasagasti, con aquello de que los miembros de la Familia Real son impresentables, intocables y curran menos que el ángel de la guarda, se había atrevido a tanto.

Con todo, lo más importante que Cayo Lara le dijo al Rey es que una democracia que se precie no puede asentarse sobre una ley electoral manifiestamente mejorable que castiga a partidos como IU o la propia UPyD, a los que conseguir un escaño cuesta ocho veces más votos que a las grandes fuerzas nacionales. Y que debería ejercer su influencia para corregir esta situación anómala e injusta. Al fin y al cabo, no sólo es el jefe del Estado de los monárquicos; también lo es de los comunistas y hasta de los republicanos.

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