Tierra de nadie

Conciliando en Nueva York

El viaje de Zapatero a Estados Unidos no pasará a la historia por su propuesta de que los países más avanzados destinen el 0,7% de su PIB a energías limpias, ni por su vigésimo apretón de manos con Obama, ni siquiera por sus contribuciones a la interminable refundación del capitalismo que rodará en Pittsburg otro de sus aburridos e inservibles capítulos. Lo que se recordará es que el presidente se ha llevado a sus niñas de gañote en el avión oficial para hagan turismo por la Gran Manzana y compren estatuas de la libertad en escayola policromada.

Llevar la familia al trabajo cuando uno no puede llevarse el trabajo a casa es una muestra perfecta de conciliación, aunque en este caso sea discutible la oportunidad y la estética. Para atestiguar lo primero bastaría con preguntarse cuántos mandatarios se han hecho acompañar de su prole o cuántos miembros del séquito monclovita han embarcado a sus retoños para que contemplen el skyline neoyorquino y se zampen una hamburguesa; de lo segundo, resulta muy difícil justificar que los bienes públicos sean polivalentes, y atiendan a la vez las necesidades oficiales del presidente y el afán turístico de su familia, aunque éste último no implique costes adicionales. Si se trata de aprovechar las plazas libres habrá quien pida que le dejen apuntado en lista de espera.

Tras la polémica artificial sobre el uso del avión oficial para desplazamientos a actos del PSOE -un debate absurdo, ya que el presidente del Gobierno lo es en cualquier circunstancia, incluso cuando duerme la siesta-, que Zapatero cruce ahora con sus hijas el charco no deja de parecer un hágase mi voluntad, un si no quieres té toma tres tazas, un rapto de soberbia. Esto es lo criticable y no, como se ha dicho, que las niñas pierdan clases; al fin y al cabo, viajar es muy educativo y se conoce gente.

Es verdad que los presidentes de EEUU recorren el mundo con la familia a cuestas sin que nadie se escandalice, pero aquí los políticos no se echan al hombro un Winchester de repetición para captar el voto de la Asociación Nacional del Rifle. Cada democracia tiene sus códigos. Las hijas de Zapatero tienen derecho a conocer Nueva York y sus padres a acompañarlas. Si se tratase de unas vacaciones, nada habría que objetar al uso del dichoso avión. El caso es que Zapatero no ha ido a ver los escaparates de la Quinta Avenida.

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