Tierra de nadie

Qué significa ser español

Después de preguntarnos angustiosamente qué demonios era eso de ser español y envidiar la clarividencia de otros para definirse, resulta que los franceses también dudan sobre lo que significa ser un enfant de la patrie, o, al menos, así lo cree Sarkozy, que ha lanzado un debate acerca de la identidad nacional, cuyas conclusiones deberán estar listas en febrero. Además de establecer si la Marsellesa ha de cantarse antes del desayuno o en clase de Lengua, uno de los objetivos de la consulta, quizás el más importante, es dar ideas al Gobierno para sumar a los inmigrantes a la causa de la grandeur o, si se resisten, ofrecer una coartada para despedirles a la francesa y, de paso, ganar votantes de extrema derecha.

Semejante debate en España requeriría de algo más de tiempo porque si de algo vamos sobrados, además de parados, es de identidades nacionales y la cosa se complicaría bastante. De hecho, llevamos más de un siglo dándole vueltas al qué somos, con el paréntesis de los 40 años de Franco, que nos lo puso bien clarito por decreto y hasta nos hizo un fuero. De cualquier forma, basta con repasar las definiciones preexistentes sobre nuestra naturaleza y condición para concluir que nos miran mal y nos apreciamos poco, lo que daría sentido a esa frase atribuida a Canovas de que "son españoles los que no pueden ser otra cosa".

Entre la "chusma de aldeanos dirigida por una chusma de curas" con la que nos bautizó Napoleón antes de perder la guerra y devolvernos como escarmiento al Fernando VII de empavonados bucles, al eructo de Churchill –"los españoles son vengativos y el odio les envenena"-, las aproximaciones al ser español han sido, por lo general, pesimistas y dolientes. De hacer caso a nuestros más eximios pensadores pasamos de ser un imperio a un problema.

Y así seguimos. Llegará un día en que asumamos que la nación es un invento reciente cuya utilidad más destacada ha sido la de llenar los cementerios, y que lo importante no es ser españoles, franceses, vascos o lituanos sino la idea que cada uno tiene del individuo y de la humanidad en su conjunto. Dentro de cien años, cuando las naciones sean una curiosidad histórica, quizás nos preguntemos por aquella enfermiza obsesión por las fronteras, por el empeño en buscarnos diferencias y, sobre todo, por esa infinita estupidez que nos caracteriza. ¿Ven ahí tema para un debate?

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