Tierra de nadie

Los nuevos caballos de batalla del PP

A rebufo de los piratas ‘somalísimos’ y del dichoso Sitel, que es una especie de robot de cocina pero en grabador y del que, al parecer, sólo Rubalcaba tiene el mando a distancia, el PP cabalga a lomos de sus nuevos caballos de batalla con la prisa acostumbrada. Puede que con el primero gane alguna copa en Lasarte, pero es seguro que con el segundo no llegará muy lejos y hasta es probable que se le encabrite en la recta y desmonte al jinete. Como cantaba Miguel Ríos cuando estrenaba pantalones de cuero, o sea, hace la tira, hay caballos que no se deben montar porque el subidón es sólo pasajero y preludia un castañazo.

Acostumbrados a salir impunes de sus escándalos de financiación y a hacer resplandecer su inocencia gracias a los defectos de forma –léase caso Naseiro-, los populares pretenden conseguir que se declaren ilegales las intervenciones telefónicas de la trama Gürtel, ese curso completo en mil palabras de cómo hacerse rico con el dinero del contribuyente. La última tentativa ha sido la trifulca privada en el Congreso de Rubalcaba con dos diputados del PP, en la que, según ambos, el ministro habría reconocido a gritos no sólo la ilegalidad del aparatejo sino que les escucha para coger el sueño. El intento es bueno, aunque por el momento el cuento de Caperucita sigue siendo mucho más creíble.

En realidad, tiene mucho mérito que quienes adquirieron este sistema de escuchas por un pastizal y lo estrenaron descubran cinco años después que es más inconstitucional que el yugo y las flechas. Y debe, además, haber algo de cierto en la conspiración universal contra el PP porque, ayer mismo, el Tribunal Supremo recordó, al rechazar el recurso de dos narcotraficantes, que Sitel es un gran invento "preferible a los modos de intervención anteriores". Lo dicho: ya tenemos al jamelgo con las patas apuntando al cielo.

Lo lamentable es que una petición sensata, como es la de extremar los controles para impedir arbitrariedades del poder o, simplemente, para alejarle de la tentación de cometerlas, se realice con el único propósito de salvar de la trena a unos presuntos delincuentes al corriente de pago en las cuotas. Lo verdaderamente siniestro es que los aspirantes a gobernar el país actúen como lo haría el marrullero abogado defensor de una pandilla de facinerosos. Sobran caballos de batalla. Súbanse en otro que no les tire.

Más Noticias