Tierra de nadie

Réquiem por el pañuelo de cuatro nudos

Para evitarse la frustración de Arquímedes, que pidió en vano que alguien le diera un punto de apoyo para mover el mundo, Zapatero ha decidido darse a sí mismo una ley con la que cambiar el actual modelo productivo, cuyo comportamiento se ajustaba al siguiente principio: toda parcela sumergida en un plan de urbanismo experimenta una recalificación hacia arriba igual al importe de la comisión pagada. Con la palanca de la ley de economía sostenible, que el Gobierno sacará este viernes del horno, el presidente quiere obrar el milagro de convertir a los peones de albañil en técnicos fotovoltaicos. ¡El pañuelo de cuatro nudos ha muerto! ¡Viva la bata blanca!

Quizás sea imposible transformar por ley el modelo productivo de un país, pero por algo hay que empezar. Si queremos laboratorios de biotecnología en vez de adosados en primera línea de playa habrá que crear las condiciones legales para que untar al concejal de Urbanismo sea menos rentable que investigar si el queso de Burgos combate la caspa. Tendremos que definirnos, o estamos en misa o repicando; por poner un ejemplo, o se favorecen las energías limpias o se sigue subvencionando el carbón nacional. Y sobre todo, será imprescindible educar más y mejor, formando ingenieros, investigadores y fontaneros –y también historiadores o filólogos- que aprendan que hay vida más allá del pelotazo y de la factura sin IVA.

Habrá que leer esta purga de Benito que nos prepara Zapatero antes de determinar si esa mezcla de regulación bancaria, combate al cambio climático, modernización de la Administración e impulso al dinamismo empresarial que incluirá la ley está justificada o es el intento de vestir un santo con el traje de lagarterana. Para empezar, habrá que contar con las empresas, esas que en el ranking europeo de las 1.000 sociedades que más invierten en I+D se dejan ver con cuentagotas, ya sea por timidez o porque el que inventen ellos que yo me forro sigue siendo el paradigma.

Zapatero ha generado muchas expectativas, incluso entre quienes no pueden esperar una década a que el milagro se consume. Aspirar a que España sea Silicon Valley es encomiable, aunque, entre tanto, hay parados a los que cobrar seis meses 420 euros no les imbuirá de nanotecnología. Defraudar a esa gente, que en número apreciable vota a la izquierda, empaña el futuro y pone en cuestión el presente.

Más Noticias