Tierra de nadie

Aminatu, contra el interés general

La culpa no es Zapatero sino del "interés general" del país, que ha de prevalecer y obliga mucho. Entendámoslo. Llegado el caso, bien que le gustaría al presidente soltarle cuatro frescas a Angela Merkel o darle a Sarkozy capones con la barbilla, pero el interés general no se lo permite. Lo mismo pasa con Marruecos. El interés general de España aconseja callar ante las violaciones de los derechos humanos porque a los buenos vecinos que apalean por nosotros a los emigrantes en la frontera, vigilan a los extremistas y nos evitan una sobredosis de hachís no se les puede pedir miramientos. El interés general obliga a muchas cosas, entre ellas a poner una sonda nasogástrica a Aminatu Haidar si la saharaui prosigue con su huelga de hambre, porque nuestra democracia no deja morir a la gente por defender una causa justa. ¿Acaso se han pensado que somos como Marruecos?

Lo de Haidar es la cabezonería de una loca, instigada probablemente por Argelia y el Polisario para poner en apuros a Moratinos, que es un pedazo de pan y no se lo merece. Se ha hecho lo posible, desde ofrecerle la nacionalidad a intentar colarla clandestinamente en El Aaiún, que la audacia de nuestra diplomacia no conoce límites. No se nos puede pedir más porque el interés general no nos deja, sobre todo ahora que Mohamed VI no habla de Ceuta y Melilla y que EEUU ha dejado de burlarse de la Alianza de Civilizaciones.

Lo que no tiene solución no es problema. Por lo tanto, está de más pedir al Rey que intervenga ante su "hermano pequeño", no vaya a ser que no le haga caso y encima tengamos un lío en la familia. Lo mismo cabe decir respecto a la Unión Europea. ¿Vamos a hacer intervenir a Catherine Ashton, la flamante responsable de la Política Exterior Común en un asunto de política exterior común, y con un país, además, al que los 27 reconocen un estatus comercial privilegiado? ¿No habíamos quedado en que la UE antepone las reglas de la democracia a las relaciones comerciales? Sí, pero sólo con Cuba.

El interés general del país exige ser prácticos antes que sentimentales, inteligentes antes que íntegros. Requiere líderes de estómagos fuertes, que no se retuerzan entre arcadas al primer bajonazo a los principios. Son, sin duda, demasiadas exigencias para que todavía nos sorprenda que haya quien prefiera borrarse de un país semejante.

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