Tierra de nadie

Las tablas de la ley del PP

Como Moisés con las tablas de la ley, Rajoy ha bajado del monte con un código ético que ha de suponer un antes y un después en los usos y costumbres del partido. Hacía falta algo semejante porque, por no pasar por desabridos, algunos dirigentes del PP no sabían decir que no a determinadas atenciones y tenían que volver a casa en un camión de mudanzas de La Toledana. De ello se aprovechaban unos frescales, que conseguían que, en su inocencia, los políticos aceptaran relojes, coches, trajes o sobres llenos de billetes, pensando que con ello contribuían a extender el ideario popular. Ahora que, por fin, figura por escrito, que nadie piense que podrá regalar impunemente a una alcaldesa del PP un bolso de Vuitton. Si acaso, unos polvorones o una caja de naranjas para zumo.

La encargada de presentar el código fue la diputada Ana Mato, en lo que constituyó un ejercicio sublime de justicia poética. Mato ha sufrido mucho con este asunto porque siempre fue una mujer distraída que no prestaba atención ni al Jaguar de su ex marido ni a su Suzuki, ni a quien pagaba la comunión de su hijo o los payasos que amenizaban las fiestas de cumpleaños de los pequeños. Prudente como es, jamás preguntó a su ex pareja por los pagos mensuales de 6.000 euros que recibía, no fuera a ser que se lo revelara. Víctima inocente de la trama Gürtel, se cobra ahora cumplida venganza.

El código es un repelente de Correas en una selva infestada de pervertidos que se abren la gabardina para mostrarte una colección de Cartier y endosarte uno al descuido. Afortunadamente, esto ya se ha acabado porque los populares firmarán cartas de compromiso en las que darán cuenta de sus bienes e intereses, de forma que si se sorpende a alguien con unos gemelos de oro no declarados o se le descubre una colección de cuadros de maestros holandeses del siglo XVII caerá sobre ellos el oprobio de sus compañeros.

Para vigilar las contrataciones del PP y asegurarse de que todo se hace como Dios manda se ha designado a Romay Beccaria, que para eso es del Opus y fue ministro de Consumo. A Romay no le falta experiencia en la Administración. De hecho, quiso tener tanta que tuvo que empezar en el franquismo, como subsecretario de Presidencia y Gobernación. Ahora se dedicaba a promover una veintena de chalets en un pueblo de La Coruña. Ójala que los ladrillos no le distraigan.

Más Noticias