Tierra de nadie

Estrategias de seguridad

Acabamos el año en medio de dos interesantes debates sobre seguridad. El primero se desarrolla en EEUU, donde el Premio Nobel de la Paz ha reprochado a sus servicios de inteligencia haber estado en Babia por permitir que un nigeriano se colara en un avión a Detroit con pentrita en la pantorrilla y, al parecer, se dispone a lanzar ataques preventivos en Yemen contra Al Qaeda como lo haría Bush, pero consultando con las autoridades locales el tipo de misiles que prefieren que estallen en su territorio por eso del multilateralismo. El segundo se vive en España, después de que Rubalcaba revelara que ETA prepara dos acciones espectaculares, un atentado y un secuestro. El anuncio ha sido muy criticado con el argumento de que, aun el caso de ser cierta la amenaza, un ministro no debe generar alarma porque para quitar el sueño a la población ya existe el café cargado. Sin embargo, no falta quien cree que el aviso es muy oportuno y demuestra que Interior tiene controlados los movimientos de la banda.

Ninguno de los dos enfoques del problema conjura por completo el riesgo de un atentado, pero persiguen el mismo fin, que es el de ofrecer a los ciudadanos la certeza de que sus Gobiernos velan por ellos y por su seguridad. Lo que varían son los medios. El primero de los casos confirma que ni siquiera Obama puede escapar a la estrategia de matar moscas a cañonazos, porque, al final, sabe que lo que se juzgara en este caso es si el presidente de la primera potencia del mundo es un alfeñique con ramalazos socialistas o un líder fuerte, capaz de dar otro escarmiento a los enemigos de América. En Estados Unidos gobierna Gallup y si las encuestas dicen que los americanos se sienten más seguros viendo caer bombas sobre Yemen, no habrá quien pueda impedir que los telediarios de la CNN les den su ración de metralla.

En el caso español, la advertencia de Rubalcaba no sólo tiene como destinatario a la ciudadanía, que estará más o menos tranquila tras escuchar sus palabras, o las potenciales víctimas, que extremarán sus medidas de protección, sino también a los terroristas, que son los que habrán empezado a sentirse inquietos si es cierto que sus planes han quedado al descubierto. No conviene confundir estrategia con imprudencia, porque este ministro no es de los que acostumbran a probar la profundidad del río con los dos pies.

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