Tierra de nadie

El reino de la fantasía

En eso se equivocaba Julio Verne: no todo lo que uno imagina puede hacerse realidad. Herman Terstch, por ejemplo, se imaginó víctima de un atentado ideológico y ahora que la Policía ha detenido a su agresor, se confirma que sólo es un mártir de la libertad de expresión: balbuceó algo que molestó al tipo que se acodaba junto a él en la barra del Toni 2 y éste le pateó las costillas o, al menos, alteró su equilibrio ya de por sí inestable. Al PP le está ocurriendo al similar. No basta con suponer que las cosas no se han producido o no están sucediendo. Hay fantasmas que le cogen gusto a la buhardilla y no hay desahucio exprés que pueda con ellos.

María Dolores de Cospedal también es muy fantasiosa. La secretaria general del PP imaginaba que, siendo arraigada costumbre en su partido la de espiar por las cerraduras, el ministro del Interior le habría cogido el gusto a escuchar conversaciones ajenas, especialmente las de los populares. Un juzgado de Madrid le ha pedido que ratifique esta denuncia o se retracte públicamente, y a estas alturas Federico Trillo debe de estar buscando la fórmula para conseguir una retractación confirmatoria, algo de lo que es muy capaz este superviviente político del Yak 42.

El soñador por antonomasia es Rajoy, aunque sólo sea por su inclinación natural a la molicie. En su caso, el fantasma de la Gürtel le sigue incomodando la siesta y hay días que no debe pegar ojo con tanto ajetreo de cadenas. Pasar una página, rellenar un par de folios con un código ético y mandar a Ricardo Costa a comprar unos Lacoste para que se distraiga está muy bien, aunque sigue sin ser suficiente.

Los fantasmas son pesadísimos y la realidad muy tozuda. En el mundo de los sueños, la recesión dura dos años más y Rajoy entra en Moncloa a lomos de un caballo blanco, como el de Santiago, en medio de una lluvia de pétalos de rosa. El problema es ese maldito despertador que suena a diario. Y una vez es la Fiscalía la que pida las cuentas del partido en Valencia para seguir investigando; y otra el juez, que levantará el secreto del sumario, y quizás después sea el Supremo quien le corte a Camps un traje definitivo. No todos tendrán la suerte de Galeote, a quien llevárselo crudo parece que le ha prescrito y vuelve a tener empleo. La imaginación sólo funciona bien en el sexo.

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