Tierra de nadie

El plan secreto de Rajoy

Si quieren que alguien les guarde un secreto, cuéntenselo a Rajoy. Este hombre no es que sea una tumba, es que es el sepulcro del Cid con sus siete llaves. Sabemos que conoce un plan para sacarnos de la ruina a la que nos ha llevado Zapatero, un plan para crear empleo como rosquillas y obligar al Financial Times a sacarnos de su lista de PIGS y joderle el acróstico, pero el líder del PP tiene sus labios sellados, como si la confidencia le hubiera sido revelada en confesión. Queremos que nos salve y se resiste; le urgimos a que encienda su faro de sabiduría para alumbrarnos y nos topamos con las sombras, ya sea por su hermética discreción o porque la bombilla es de bajo consumo y le cuesta calentarse. ¿Qué tenemos que hacer para que suelte prenda?

Por un momento llegamos a pensar que el Gobierno se había pasado al PP y que sus propuestas sobre pensiones y gasto público tenían que ser, por fuerza, las famosas reformas estructurales que Rajoy reclamaba a diario y nunca concretaba por mor de su parquedad. Ahora ya sabemos que estábamos equivocados. A Rajoy lo de las pensiones le parece una ocurrencia, con lo que sugiere que está en contra, y el recorte del gasto le suena a broma. ¿Que cuál es su alternativa? No consta. Hubo un tiempo en el que exigía bajar los impuestos, un asunto del que nunca más se supo. La prudencia guía sus pasos.

Salvando las distancias, Rajoy es como Bunbury, un héroe del silencio. Y conociendo su patriotismo, los motivos para privarnos de su fórmula magistral contra la crisis han de ser muy poderosos. La situación es grave, aunque albergamos la esperanza de que lo nuestro tenga remedio, sobre todo después de escucharle proclamar que basta con que Zapatero deje el Gobierno y él le sustituya para que las puertas del infierno se abran de par en par y podamos salir ordenadamente. A Mariano hay que tenerle fe y si lo sacamos en andas es seguro que llueve.

Entre tanto, sólo cabe esperar. Dos años pasan volando. Si Zapatero lo dejara ahora, él estaría preparado para hacer la mudanza a la Moncloa y ordenar un cambio de cortinas, pero no conviene precipitarse. Lo de presentar una moción de censura está descartado, no sólo porque no la ganaría sino por el riesgo de que, en el fragor dialéctico, diera alguna pista sobre cómo piensa socorrernos. Al enemigo, ni agua. Rajoy tiene un plan y eso debería bastarnos.

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