Tierra de nadie

Miguel Sebastián y los estornudos

Ahora que el ministro de Industria, Miguel Sebastián, nos lo ha explicado podemos dormir tranquilos. Lo nuestro con el átomo era un miedo irracional, una fobia absurda, porque si hay algo seguro en esta vida es una buena central nuclear, en donde no es que se detecten hasta los estornudos de los operarios, sino que incluso se les receta ibuprofeno. Temer a las centrales, ha dicho Sebastián, es como palidecer ante un eclipse, cosas de niños que se arrebujan bajo las sábanas al ver proyectada en la pared la sombra del oso de peluche.

Históricamente, nuestras centrales han detectado a la primera cualquier estornudo. En Vandellós I, por ejemplo, siempre se atajó la gripe aunque no se pudo impedir que en octubre de 1989 un incendio estuviera a tres grados de fundir el combustible del reactor nuclear y contaminar toda Cataluña. Hubo que cerrar esta central, y también la de Zorita, que tenía la tapa de vasija del reactor con más grietas que el muro de las lamentaciones, y que funcionó durante años con su capacidad de refrigeración mermada. ¿Los estornudos? Se detectaron todos, igual que en Ascó-1, donde se mantienen las toses a raya, pese a que alguna vez, como en 2008, se dejaran escapar al medio ambiente partículas de cobalto-60.

Las centrales son segurísimas en sí mismas y, por supuesto, no constituyen objetivos terroristas, por mucho que el plutonio y el torio que utilizan como combustible sean los ingredientes básicos de las bombas atómicas. Hay que descartar, además, que las propias instalaciones nucleares pudieran llegar a convertirse en blanco de atentados de Al Qaeda, que ya se sabe que estos islamistas no prestan atención a otra energía que no sea el petróleo y se conforman con los rascacielos y los trenes. En resumen, que ni se lo plantean, y si lo hicieran y estornudaran serían rápidamente localizados.

Antes de que Sebastián nos quitara los miedos podíamos pensar que la energía nuclear era peligrosa y sus desechos, una pesadilla ecológica. Ya no tenemos excusa. Aunque no pueda precisar cuándo, el de Industria augura que en algún momento los residuos será reutilizables y dejarán de ser peligrosos porque las ciencias avanzan que son una barbaridad. Si aún así no pueden evitar ser como niños que temen a la oscuridad enciendan una de esas bombillas de bajo consumo gentileza del ministro, que para eso están.

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