Tierra de nadie

Retrato robot de un talibán

Por si sirve de ayuda a las tropas occidentales desplegadas en Afganistán, he aquí la descripción de un talibán tipo: señor con turbante, malencarado, de barba muy descuidada, pantalones bombachos y kalashnikov al hombro; si va en moto y lleva un parche en un ojo es el mulá Omar. Estos datos deberían ser suficientes para evitar confundir a los talibanes con la población civil, pero también se podrían pedir datos físicos más precisos a quienes ya negociaron con ellos en 2008 con la mediación de Arabia Saudí o a los que se proponen hacerlo ahora como parte de los nuevos planes de Estados Unidos.

Reconocer al enemigo, aunque fuera con un retrato-robot, evitaría muchos daños colaterales. Mala intención no hay, claro, pero el jueves un bombardeo mandó al otro barrio a siete policías afganos, el martes fueron tres civiles los muertos en Nad Ali, el lunes cinco más en Kandahar y el domingo un misil se equivocó de blanco y se llevó por delante a 12 inocentes. El caso es que cuando no se masacra a la población que hace cola para conseguir gasolina, como ocurrió en Kunduz en septiembre pasado, se convierten las bodas en entierros colectivos, ritual del que sólo en 2008 pueden citarse tres macabros ejemplos. Nunca el matrimonio había sido tan peligroso.

Los afganos sabrán disculpar estas molestias porque, como es sabido, además de derrotar a los talibanes, la nueva estrategia de los ocupantes ya no es implantar la democracia, que es ver Karzai una caja de zapatos y meter cien papeletas con su nombre, sino granjearse la simpatía de sus gentes y reconstruir el país. Y ello, pese a que se invierta diez veces más en armas que en infraestructuras y se dispare por si acaso a todo lo que se mueva. Con razón Carme Chacón afirmaba este miércoles en el Congreso que la llegada de Obama ha cambiado las cosas, tanto que el contingente español se ha duplicado en unos meses y la ministra ya no habla de misión de paz sino de escenario de guerra, donde siguen muriendo nuestros soldados con regularidad kantiana.

Este año el despliegue nos saldrá por de 500 millones de euros, la misma cantidad que Zapatero ha comprometido hasta 2012 para luchar contra el hambre en el mundo o lo que costará pagar el subsidio a los 243.000 nuevos parados que se quedarán sin protección. Habíamos quedado en que había que recortar gastos. ¿Por qué no empiezan por aquí?

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