Tierra de nadie

Masoquismo a la española

Será que llevamos el masoquismo tatuado en la espalda como el nombre de una novia porque, de lo contrario, algunas de las cosas que ocurren en este país no hay quien las entienda. A diferencia de otros, que miran su ombligo con embeleso y hasta lo muestran sin complejos en singular manifestación del orgullo nacional, la costumbre española pasa indefectiblemente por denigrar lo propio, hasta el punto de que la mayor de las virtudes, convenientemente desdeñada, se convierte en una vergonzosa tara a ocultar bajo un vestido amplio y con mucho vuelo.

Los parabienes de muchos de nuestros políticos y opinadores a la ejecución extrajudicial de Bin Laden es otra muestra de ello. Con nuestras zonas de sombra, que las ha habido, la manera que ha tenido España de combatir el terrorismo ha sido ejemplar y hasta los abusos y la tentación de aplicar la siniestra razón de Estado, esa llave que, partiendo de las cloacas, abre cualquier atajo, ha sido reprimida judicialmente. Aquí se ha mandado a la cárcel a toda una cúpula de Interior, con el ministro a la cabeza, un hecho insólito que ha fortalecido la democracia al trazar sin vacilación alguna sus líneas rojas.

Es cierto que hubo fallos de inteligencia para prevenir el 11-M, pero no nos hizo falta de ningún Guantánamo con su correspondiente manual de torturas para atrapar en tiempo récord a los autores y a sus cómplices, al menos a los que no se inmolaron en Leganés tras el cerco policial al que fueron sometidos. Tampoco fue necesario declarar la guerra a Argelia, Túnez, Marruecos, Siria o Egipto, de donde procedían algunos de los muñidores del atentado. Su juicio mostró al mundo cómo actúa un Estado de Derecho que se respeta a sí mismo y que no necesita emplear las mismas técnicas que los terroristas para hacer justicia.

Dejamos claro que los islamistas no son combatientes enemigos sino delincuentes de los que deben ocuparse la Policía y los tribunales. Y se hizo tan bien que hasta los agujerólogos cayeron por sus propias simas. En vez de presumir y sacar pecho, alabamos la barbarie de Rambo y el tiro en la cabeza. No tenemos remedio.

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