Tierra de nadie

¿Hay vida en el PSOE? Bueno, está Alfonso Guerra

Si aceptamos la tesis de Felipe González de que es un molestísimo jarrón chino para el que no se encuentra un pasillo amplio en el que no moleste, Alfonso Guerra vendría a ser la cubertería de plata de la abuela, esa que te hace quedar estupendamente con las visitas después de pasarle el sidol. No es sólo que Guerra te vista elegantemente la mesa, es que además tiene grabado a fuego el contraste socialista, y hace que su discurso suene auténtico en este tiempo en el que el PSOE busca a la desesperada algo qué decir y a alguien que sea creíble cuando lo diga. Este miércoles salió de la caja de terciopelo, puso el cartel de no hay billetes en la sala Ernest Lluch del Congreso y convenció a los asistentes, al menos durante unos minutos, de que no todo está perdido.

Guerra presentaba una recopilación de ponencias en forma de libro, Los retos de Europa, que ha editado la Fundación Sistema y del que ya se puede adelantar que no será un best-seller y no sólo porque cueste 28 euros. Le acompañaban el que fuera ideólogo del PSOE José Félix Tezanos y que ahora sólo lo es del propio Guerra, un alemán muy razonable delegado de la Fundación Ebert, que se supone que pagaba algo de la fiesta, el diputado Rafael Simancas, y José Borrell, que está mucho más crítico con las instituciones europeas desde que no es presidente del Parlamento de Estrasburgo.

La frase de la tarde fue ésta: "Ser gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como serlo por el crimen organizado". Tuvo Guerra que precisar que no era suya sino de Roosevelt, y apoyado en el presidente del New Deal esbozó su teoría de que se podía acabar en tres meses con la "autocracia posdemocrática" en la que se había convertido Europa. En definitiva, usando uno de sus adagios más celebres, sólo era necesario voluntad política para que a la actual UE no la conociera ni la madre que la parió y volviera a encarnar sus ideales primigenios de unidad política, justicia social y democracia.

Para empezar, según dijo, hay que meter en vereda a Mario Draghi, el presidente del BCE, porque es impresentable que "un empleado" mande más que todos los eurodiputados juntos. A continuación hay que obligar al BCE a prestar dinero a los Estados, y, si no puede hacerlo directamente porque lo prohíben sus estatutos, que lo haga a través del Banco Europeo de Inversiones o de bancos nacionales de carácter público. Así se lograría que los Estados pudieran financiarse como lo hacen los bancos al 0,1% y no al 7%.

En segundo lugar habría que terminar con uno de los focos del empobrecimiento europeo, que es que un impuesto de sociedades capitidisminuido, quince puntos inferior de media al que se paga en Estados Unidos. ¿Que cómo armonizarlo si algunos países se resisten? Pues creando un impuesto europeo sobre los beneficios empresariales del 15%. ¿Que cómo acabar con la broma de las SICAV y su amenaza de trasladar sus fondos a otros países si se les sube la tributación? Implantando otro impuesto europeo similar al anterior. ¿Qué cómo impedir que los bancos especulen con nuestro dinero? Separando la banca de comercial de la de negocio e imponiendo una tasa a las transacciones financieras.

Según Guerra es urgente una "revolución fiscal" para que los ricos se retraten como deben, que fue lo que hizo Roosevelt en los años 30 obligando a pagar a los que más tenían hasta un 75% de sus rentas. "Hasta la llegada de Reagan los ricos nunca tributaron en Estados Unidos por debajo del 70%", afirmó.

Para combatir el paro, propuso la fórmula que ya se aplica en Alemania de reducir el tiempo de trabajo y el salario de los trabajadores antes que las plantillas. Debería ser el Gobierno el que compensara esta pérdida de ingresos, algo que siempre será más rentable que pagar el desempleo y sufrir la consiguiente reducción de la recaudación fiscal. ¿Los subsidios? Han de permanecer hasta que el parado encuentre trabajo. Y lo fundamental. ¿Cómo se crea empleo? Con una jornada de 32 horas, cuatro días a la semana.

Terminaba Guerra con un alegato final: "Hay que reaccionar antes de que sea demasiado tarde". Se refería a Europa pero podría estar hablando perfectamente de su propio partido.

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