Tierra de nadie

¿Que por qué Madina? ¿Y por qué no?

Debió de haber un tiempo en el que surgían solos, como los boletus de un pinar, pero ahora lo de encontrar un líder político es una odisea y de las gordas. La mayoría cree que un líder nace, por eso de que lo que natura no da Salamanca no presta, pero lo cierto es que las cosechas llegan últimamente muy agostadas y las modernas tendencias de la politología optan abiertamente por su fabricación en laboratorio con resultados dispares.

A priori, un líder ha de reunir dos condiciones: ha de tener un discurso propio o, cuando menos, pronunciarlo de manera diferente; en segundo lugar, debe lograr seguidores, aunque para ello tenga que recurrir al viejo truco de correr más que el resto para ir delante. Si además de ello es  firme, decidido, persuasivo, inteligente, coherente, íntegro y sensible el éxito está asegurado. O no, porque la vida y la política son damas muy caprichosas.

Además, las apariencias engañan. En el PSOE, por ejemplo, creían tener al frente a Fouché, y la realidad ha demostrado que el presunto líder habla un francés tirando a normalito. Habría bastado un mínimo conocimiento de la historia para saber también que la gran tragedia de Fouché fue la de ser incapaz de irse un minuto antes de que le echaran. Y en eso están. De ahí que ahora anden a la desesperada buscando y rebuscando un mirlo blanco, que algunos creen haber encontrado en Eduardo Madina, el joven secretario general del grupo parlamentario, licenciado en Historia y experto en relaciones internacionales, un tipo discreto que nunca dio que hablar y que si por algo se ha caracterizado es por la prudencia del paso atrás. Cuando se le ha preguntado por su disposición actual, ha dicho que no está ni en el sí ni en el no, o sea, que se lo está pensando, lo cual ya es un avance considerable.

La irrupción del nombre de Madina en el debate sucesorio de los socialistas ha sido un tanto orquestada, anunciada a bombo y platillo en contra de los propios intereses del afectado, quien se ha declarado "en el centro de un revuelo mediático" del que no ha tenido arte ni parte. Cui prodest, que se preguntaría Cicerón?  Pues teniendo en cuenta que no beneficia a Madina, hay que suponer que sí obra a favor de otros presumibles candidatos, conscientes de que la mejor forma de consumir una vela es prenderla y hacer que luzca.

¿Estamos ante una tenebrosa genialidad del doble de Fouché, que quiere morir matando o dejar el campo libre a una segunda opción encarnada en el exlehendakari Patxi López? ¿Será una jugada maestra del no menos ‘malvado’ Miguel Barroso para favorecer las aspiraciones de su mujer, la exministra Carme Chacón? ¿Habrá sido alguno de los emboscados partidarios del vasco, deseoso de empezar a decantar a la militancia a su favor? Sea cual fuere la respuesta, parece obvio que los ruidos que salen del interior del PSOE son los de alguien afilando cuchillos.

Salir al sol, aunque sea a empujones, tendrá para Madina una primera consecuencia: dejará de caer bien a todo el mundo, lo que para alguien poco acostumbrado representa una presión importante, y empezará a sentir como su sombra empieza a poblarse de inquilinos, aquellos que vislumbran en su figura el caballo ganador y se apresuran a hacer sus apuestas a resguardo. Entre el martillo de unos y la adulación de otros suelen forjarse los líderes. Haría bien en guardarse de ambos.

Los antecedentes le son propicios. Hemos tenido líderes que presumían de su mediocridad, como Aznar; otros puramente casuales, como Zapatero; y hasta líderes por delegación como Rajoy. La pregunta no ha de ser por qué sino por qué no.

Lo que sí han cambiado son las circunstancias. Ha pasado el tiempo en el que una organización con algo menos de 150.000 militantes puede arrogarse la competencia de elegir endogámicamente a quien está llamado a representar a un porcentaje amplio de la población o, incluso, al conjunto del país. Se imponen unas primarias a la francesa, abiertas a los simpatizantes, a los electores, con un censo representativo que no debería ser inferior al millón de personas, por mencionar una cifra redonda.

Ésta debería ser la primera batalla de alguien que quiera encarnar la renovación. En la sima del descrédito, los partidos, que nos son clubes privados sino organizaciones que pagamos a escote, carecen por sí solos de la legitimidad necesaria para designar a sus dirigentes.

Madina ha logrado hasta ahora mantenerse a salvo de todas las refriegas. No es el perdedor de unas elecciones como López, ni la encarnación del pasado, como Rubalcaba. Ni siquiera huele a Zapatero como Chacón, o al menos no es un olor que no pueda combatirse con un buen desodorante. Su música podría sonar bien si optase a la batuta de esa orquesta, contando con que la letra esté a la altura de un partido que se presume de izquierdas. Veremos.

Más Noticias