Tierra de nadie

La culpa es de Zapatero, lógicamente

Los chicos de Aznar en FAES con el asentimiento implícito de esa vieja guardia del PP, que es un ejemplo para la patronal porque nunca se jubila, han puesto negro sobre blanco lo que era, en realidad, un secreto a voces: la culpa de que el Tribunal de Estrasburgo haya tumbado ese engendro que era la doctrina Parot tiene el sonoro apellido de Zapatero, al que sólo se le ha podido exculpar abiertamente de la muerte de Manolete por razones de edad.

Aun aceptando que el expresidente sea un negativo Kodak del rey Midas y admitiendo el peligro de que te toque al descuido con uno de sus dedos, sobre este asunto pesa mucho la leyenda del personaje. Conviene recordar cómo se gestó este despropósito jurídico, que no fue sino la manera que algunas togadas señorías encontraron para hacer por su cuenta la guerra al terrorismo y, de paso, evitar que un buen día los Alcaraces de turno les reprocharan a voces en las manifestaciones de la AVT su indulgencia con los etarras.

Pero empecemos por el principio. Los asesinos de ETA más sanguinarios fueron condenados por el Código Penal de 1973, que establecía un cumplimiento máximo de 30 años de pena, a la que podían aplicarse redenciones diversas con un máximo de 175 días por año. Como el castigo parecía insuficiente, el nuevo Código de 1995 eliminó las redenciones aunque hizo posible la obtención de la libertad condicional a los 20 años, una vez cumplidas las dos terceras partes de la condena. Y como se entendió que 20 años no eran nada, como en el tango, una posterior modificación de la ley en 2003 elevó a 40 años la pena máxima y restringió la obtención del tercer grado y de la libertad condicional hasta acreditar el cumplimiento de las cuatro quintas partes de la condena, y ello previo arrepentimiento y delación de otros etarras.

A Parot, declarado culpable del asesinato de 26 personas, se le juzgó por el Código del 73 y habría tenido que salir de prisión en 2011. Para impedirlo, la Audiencia Nacional realizó una interpretación surrealista de la ley y consideró que como el etarra había estado dos años sin matar cabía refundir sus penas en dos condenas de 30 años cada una. Dicho de otra forma, si Parot hubiera matado día y noche sin desmayo sólo le hubiera correspondido 30 años de condena. Pero como se tomó un descanso debían caerle 30 de regalo.

En auxilio de sus compañeros de la Audiencia corrió el Tribunal Supremo, resolviendo un recurso del propio Parot. Fue allí donde se ideó un nuevo sistema de redención, que se aplicaba a cada uno de sus delitos y que, en la práctica, aseguraba el cumplimento efectivo de los 30 años de presidio. Se establecía de esta manera una retroactividad que es a todas luces ilegal, como ha puesto de manifiesto Estrasburgo en la sentencia de la etarra Inés del Río.

Era, en definitiva, una tropelía jurídica semejante a la que se ideó con De Juana Chaos, al que al no se le pudo aplicar la doctrina porque el pronunciamiento del Supremo fue posterior a la fecha en la que debía abandonar la cárcel. Para evitarlo se le condenó a 12 años por dos artículos de prensa con una disparatada petición fiscal de 98 encima de la mesa.

Es legítimo pensar que 20 años de pena es un correctivo ridículo para quien ha matado a 26 personas, porque ello equivale a poco más de nueve meses de cárcel por asesinato. Pero construir una Justicia a la carta, discrecional y arbitraria arrasa con los cimientos de un Estado de Derecho, que en su Constitución recoge además que las penas privativas de libertad están orientadas hacia la reeducación y la reinserción social, no a la venganza.

Sin que Rajoy haya tenido que mover un músculo, algo que el de Moncloa agradece, el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos da la oportunidad al Gobierno de tener un papel más activo en el final de ETA, aunque para ello haya de hacer frente a su propia retaguardia. De su habilidad para contener la comprensible frustración de las víctimas del terrorismo y aislar a su legión de ideólogos del contubernio capitaneada por Mayor Oreja dependerá que se acelere el carpetazo a este negro episodio.

¿Que qué pinta entonces Zapatero en esta historia? Todavía no se sabe, pero algo habrá hecho, lógicamente.

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