Tierra de nadie

El grano de Vox y las pérdidas leves del PP

Como si emergiera de un anuncio de Indasec, el PP está teniendo pérdidas leves, según se mira a la derecha. La última ha sido la de Alejo Vidal-Quadras, quien, al parecer y para sorpresa de sus incondicionales, además de tertuliano de Intereconomía es también vicepresidente del Parlamento Europeo. Tras una larga temporada ejerciendo de nota discordante y con su inconfundible voz rota, Vidal-Quadras había llegado a pedir la cabeza del propio Rajoy, a quien la idea no terminaba de seducirle. Ahora ha decidido hacer mutis por carta e incorporarse a Vox - el nuevo partido de Ortega Lara y Santiago Abascal- para poder llevar allí la voz cantante.

Lo de Vox no debería pasar de ser un grano en el cutis del PP, pero de ahí a la pústula hay un paso y, lógicamente, late la amenaza de un forúnculo en tal parte, lo cual nunca es agradable. En esa fase de amenaza están varios dirigentes del ala más conservadora, que no pueden ver a Rajoy ni en pintura ni en plasma porque les parece un rojo peligroso, un socialdemócrata infiltrado en el corazón de la derecha y aleccionado casi con toda seguridad por el malvado Rubalcaba.

Entre ellos se encontraría Jaime Mayor Oreja, que hasta el último momento ha estado jugando sus bazas para repetir como cabeza de lista en las elecciones europeas, porque –y eso también hay que reconocerlo- la defensa a ultranza de principios esenciales cede ante un buen cargo y su sueldo correspondiente.

Para conjurar el riesgo de infección, Rajoy, que de epidermis entiende un rato, se ha puesto en plan muy reaccionario, en el convencimiento de que con ese bálsamo de Fierabrás no hay acné que se le resista. En esa clave hay que entender desde el anteproyecto de ley del aborto a su inmovilismo en el proceso final del terrorismo, pasando por su última soflama en Barcelona donde, transmutado nuevamente en el ‘señor no’, rechazó ofrecer salida alguna al gravísimo conflicto territorial de Cataluña, más allá de sentarse a ver si escampa el diluvio universal.

El remedio definitivo, no obstante, pasa por Aznar, al que resulta fácil imaginarle en las bambalinas de cualquier conspiración, o sea de Vox, tan aficionado como es el caballero a estas intrigas. De ahí que en el PP estén de los nervios por si el estadista con bigote declina el ofrecimiento de acudir a la próxima Convención del PP y alimenta la especie de que su divorcio de Rajoy, con el que hace años ni cohabita ni mantiene débito conyugal, es absoluto.

En definitiva, tras lustros de transitar el camino hacia el centro en abierta demostración de lo lejos que le quedaba, el PP se empeña ahora en dar volantazos a la derecha para que la parte de atrás del autobús no se le baje en un descuido y con ella el palio de las procesiones que tanto espacio ocupa en el maletero. A la larga sería lo mejor que podría ocurrirle, si lo que de verdad se quiere es construir un partido homologable al resto de formaciones conservadoras de Europa. No es el caso.

 

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