Tierra de nadie

Bildu, el chollo de la derecha

Pasados los primeros y más virulentos episodios de fiebre que afectaban al PP, una calentura tal que impelía a gran parte de sus dirigentes a pedir la expulsión de Bildu de las instituciones después del café con galletas del desayuno, la existencia de la coalición abertzale se ha convertido para la derecha en un chollo más grande que las rebajas de enero de Zara.

Se ha comprobado en Navarra donde el PSOE, que es muy mirado, ha prohibido a su federación navarra presentar una moción de censura contra la presidenta de UPN, Yolanda Barcina,  envuelta en una cenagal de presuntas corruptelas protagonizadas por su vicepresidenta Lourdes Goicoechea y reveladas por la exdirectora de la Hacienda Foral. Enrocada, Barcina se ha negado a dimitir pese al dictamen de conclusiones de la comisión de investigación en el que se le mostraba la puerta de salida.

Ante la disyuntiva de presentar una moción de censura para desalojar a Barcina del cargo, que iba a ser apoyada por Bildu, o dejar correr el asunto hasta que la presidenta sea víctima de un ataque de honestidad, los socialistas han optado por la segunda opción. Evitan así que a Rubalcaba le dé un sarpullido en el brazo, siendo como es hombre de finísima epidermis.

La conclusión es ciertamente desalentadora para la cacareada higiene de la vida pública. A partir de ahora, cualquier político podría tener patente de corso para hacer lo que le venga en gana, en la confianza de que si para removerle del puesto son necesarios los votos de Bildu la huella de sus posaderas en el sillón será indeleble.

Al parecer, el axioma funciona como un reloj en el caso de que quien gobierne sea del PP o sus marcas blancas, pero no está tan claro que lo haga en otras circunstancias. De hecho, no es la primera vez que los conservadores se han valido de Bildu sin manifestar ningún tipo de escrúpulo. Ocurrió, por ejemplo, en Olite y en Tafalla, donde el apoyo de los abertzales permitió a los alcaldes de UPN sacar adelante sus presupuestos municipales. Tampoco el PP puso impedimento alguno a que los diputados de Bildu unieran sus votos a los suyos en el Parlamento vasco para constituir una comisión que investigará las ayudas otorgadas a dos proyectos de automoción en Euskadi, Epsilon e Hiriko, donde supuestamente el mangoneo fue sideral.

No hay que ser Wittgenstein, el del Tractatus logico-philosophicus, para suponer que tras la renuncia del PSOE a cumplir con su deber para con Navarra está la proximidad de las elecciones europeas, donde Rubalcaba tiene la esperanza de ganar por la mínima y de penalti y, de esta forma, tener un argumento para optar a las primarias de las que saldrá el candidato socialista a las próximas elecciones generales.

Sostienen los Pereiras de Ferraz que cualquier coqueteo con Bildu sería muy perjudicial para los intereses electorales del partido –y de Rubalcaba- en el resto del país por el uso espurio que de ello haría el PP, en clara demostración de que el complejo de inferioridad que el PSOE manifiesta en algunos temas es incurable. Por si sirve de ayuda y a efectos meramente terapéuticos, les convendría saber que la credibilidad que tienen hoy los populares es similar a la suya. Es decir, tiende a cero.

Guste o no, Bildu es un partido legal, votado en el País Vasco y Navarra por decenas de miles de ciudadanos. Su aceptación de las reglas del juego y su rechazo a la violencia como instrumento político era, según se nos decía, el gran objetivo, consumado el final de ETA y a la espera de su entierro definitivo. Mantener a la coalición en una especie de cuarentena democrática y usarla como excusa para no actuar en defensa del interés público en Navarra es incomprensible. A ver si viene Wittgenstein y nos lo aclara.

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