Tierra de nadie

Lucía Figar se merece el cheque

Hay gente empeñada en demostrar que algunos dirigentes del PP de Madrid son unos sinvergüenzas que hacen de su capa un sayo a medida con pespuntes de modista. El propósito está condenado al fracaso porque jamás se vio junta tanta persona honrada, tanta dedicación al servicio público, tanto amor por el bien común y tanta entrega desinteresada a los demás.

Lo intentaron primero con el presidente Ignacio González, un tipo más recto que un poste de teléfono, del que se ha llegado a sugerir que, junto a su adorable esposa, pudo defraudar al fisco y blanquear capitales en la adquisición de un ático de actor de cine en Estepona. Y todo porque, como hubiera hecho el frutero de la esquina, formalizó primero un alquiler de ganga con una empresa del paraíso fiscal de Delaware dirigida por un testaferro profesional y luego ejecutó la compra al conocer que la Justicia lo investigaba. "Si lo llego a saber no compro el ático", ha llegado a declarar González con natural indignación.

Ahora le ha tocado el turno a su consejera de Educación Lucía Figar, una persona y madre ejemplar, a la que se reprocha de haber cobrado un cheque de guardería de 1.100 euros que legalmente le correspondía. Que entre ella y su santo, el diputado Carlos Aragonés, se levanten al año no menos de 150.000 euros y que la autora de normativa sea ella misma no dejan de ser detalles menores, pequeños árboles que no deberían impedirnos ver el bosque.

Una cosa es que Figar haya suprimido miles de becas comedor o que le preocupe un comino si hay plazas o no en las escuelas infantiles públicas, donde una madre soltera con ingresos mensuales de 1.250 mensuales tiene que pagar 180 para que su hijo sea atendido. Pero de ahí a afirmar que su ética es similar a la de la mosca del vinagre media un abismo. El dinero público está para ayudar a familias como la suya, bien estructuradas, numerosas, que llevan a los niños a guarderías privadas donde hay emprendedores que crean empleo.

La pasión de Figar por sus hijos es indiscutible. Sus niños deben de hablar ya tagalo a la perfección después de que su madre consiguiera contratar a una criada filipina que se trajo de Noruega, saltándose la oferta de empleo público de la Comunidad de Madrid. Como demandantes había zamoranas, sorianas y ecuatorianas pero, lamentablemente, no poseían el don de lenguas que esta mujer requería para sus retoños. Todo tan legal como el cheque-guardería.

La consejera ha demostrado que no es necesario saltarse la ley; lo mejor es hacerla a la medida o, en último extremo, rodearla. Puede que tenga la cara más dura que el hormigón armado pero nadie es perfecto.

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