Tierra de nadie

Nicolás es muy grande

La mejor descripción de la glamurosa epopeya del pequeño Nicolás la hizo la jueza que instruye su caso. ¿Cómo es posible –se preguntaba- que "con su mera palabrería" y aparentemente "con su propia identidad" accediera a actos y embaucara a la flor y nata de este país de pillos sin levantar sospechas del camelo? La respuesta no puede ser más obvia: buena parte de nuestra más distinguida sociedad es rematadamente idiota.

No se trata de ninguna novedad pero impresiona esta demostración científica de mentecatería que adorna a un sinfín de políticos y empresarios, gente muy principal que deciden sobre nuestras vidas y haciendas y de los que puede mofarse un simple Lazarillo de amplia sonrisa, prominente dentadura y un asombroso parecido en su conjunto con el logo de una marca de patatas fritas.

A estas alturas lo de menos es si el chaval miente cuando asegura ser colaborador del CNI, confidente de Zarzuela, muñidor de Eurovegas o mediador en el contencioso soberanista catalán. El verdadero objeto de análisis es la fauna que posaba junto a él, esa supuesta elite patria, de cuya capacidad neuronal ya existían serías dudas antes incluso de que contemplásemos el álbum de fotos de Nicolasín y nos echásemos unas risas.

Hábil gestor de la adulación y, según parece, de las incontenibles pulsiones de algunas excelentísimas braguetas, hay poderes del Estado inquietos por la información de la que podría disponer este cuasi adolescente con acné que ha sido capaz de llevarse al huerto o al chalet del Viso a lo más granado de una sociedad patética, inmortalizada en esa escena del sofá en la que uno de nuestros más distinguidos emprendedores, Arturo Fernández, se abraza a Morfeo y babea a pierna suelta. Dicen que el temor a que Nicolás haya jugado a ser la ‘madame’ más joven de la historia y pueda demostrar su celestinaje tiene a muchos peligrosamente descompuestos.

Cada día que pasa se comprueba que el informe forense que atribuía al joven "una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco" puede estar equivocado en todo menos en lo de delirante. Y es que sólo cabe definir así la situación del todavía secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, padrino e introductor del muchacho en las altas esferas, capitoste de Economía y de FAES, atrapado en una red de whatsapps y de busconas que debería aconsejarle hacer mutis cuanto antes. O la de la propia vicepresidenta Sáenz de Santamaría, sobre la que el crío dispara algunas de sus acusaciones que el tiempo dirá si son o no increíbles.

Sólo la burla a la que el sonriente Nicolás ha sometido a algunas elevadísimas instancias explica los insólitos procedimientos que se le han aplicado, desde su detención de 72 horas a la propia personación en la causa de la abogacía del Estado -de todo punto inexplicable ya que no hay aparentemente interés público que defender-, sin olvidar las presiones policiales para que fuera denunciado por estafa por una empresario que niega haber sido engañado por el rapaz.

Una criatura que es capaz de llegar escoltado a Ribadeo en medio de un ulular de sirenas como cabeza del séquito de Felipe VI merece un respeto y una alfombra roja como poco. Muchas son las mentiras que se están vertiendo sobre este rey de la picaresca, empezando por ese ridículo diminutivo con el que se le ha bautizado. ¿Pequeño Nicolás? A uno le parece que este tío es muy grande.

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