Tierra de nadie

Hombres de pelo en pecho contra la Troika

Se suele defender la paridad entre hombres y mujeres en política con una retahíla de obviedades acerca de las bondades del género femenino: que si las mujeres están muy preparadas, que si no se puede desperdiciar el talento de la mitad de la población, que si las organizaciones funcionan mejor con mujeres al frente porque su empatía es la leche, etc. Sin embargo, para encontrar el razonamiento definitivo nada mejor que volver el argumento del revés: la ineptitud no es patrimonio de ninguno de los dos sexos y sería del todo injusto semejante discriminación.

El machismo admite muchos disfraces. El más conocido es el de los que defienden que la paridad es absurda ya que basta con que las mujeres adquieran una formación idéntica a la de los hombres para que, por sí solas, ocupen los puestos que les corresponden. La experiencia ha demostrado la falacia de la afirmación. Basta con repasar los gobiernos constitucionales de España: de los 63 ministros de la UCD, sólo una fue mujer (Soledad Becerril); cuatro hubo en los Ejecutivos de Felipe González de un total de 107 miembros del Consejo; Aznar nombró a diez ministras de un total de 67 integrantes de sus gabinetes. Con Zapatero llegó la paridad y con Rajoy se perdió (17 frente a cinco). Hoy, gracias a la ley de Igualdad de ZP, se sientan en el Congreso 147 diputadas; en la última legislatura de Aznar lo hicieron 98 y sólo 21 votaron desde su escaño la Constitución de 1978. ¿Son o no necesarias las cuotas?

Grecia, que es adónde íbamos, nunca ha sido una paradigma de la igualdad de género. A mediados de 2013 se presentó en Bruselas un índice europeo con datos de 2010 respecto a seis áreas: trabajo, dinero, conocimiento, tiempo, poder y salud. La cuna de la civilización occidental resultó ser, por detrás de Bulgaria y Rumania, el tercer país más machista de la UE. Pero Syriza, que no se amilana, ha llegado para disputar a búlgaros y rumanos la hegemonía. De entrada, las bases son muy sólidas: de los 287 puestos del nuevo parlamento, sólo 40 son diputadas.

Que no haya ninguna mujer en el nuevo Gobierno heleno no debería resultar extraño a la vista de las escasa referencias feministas del programa electoral de Syriza, más allá de la escueta propuesta de defender la igualdad salarial entre hombres y mujeres en un país donde las diferencias de sueldos son abismales. Tampoco parece que Tsipras sea un enamorado de la causa de los derechos civiles, hasta el punto de que su reflexión sobre la adopción de niños por parte de parejas de gays y lesbianas, "un asunto científicamente controvertido", según dijo, ya le causó un disgusto en la campaña electoral.

Quizás el error sea dar por sentado que la izquierda defenderá per se la causa de las mujeres o de los colectivos de gays, lesbianas y transexuales, cuando no siempre ha sido así. En Francia, por ejemplo, tuvieron que pasar años para que el ex primer ministro socialista francés, Lionel Jospin, se declarara a favor del matrimonio gay y de la adopción por parte de parejas homosexuales, y si lo hizo fue acatando una decisión de su partido. "Es la posición de mi partido y por lo tanto la respeto. Lo que pienso es que la idea fundamental que se debe sostener -en cuanto al matrimonio, a las parejas y a la vida en general- es que la humanidad está estructurada entre hombres y mujeres".

Desaparecidas Aspasia de Mileto, la mujer de la que se decía que influyó tanto en Pericles que incluso inspiraba sus discursos, e Hipatia, la gran matemática de la antigüedad, es normal que Tsipras no haya podido encontrar en Grecia o, al menos entre sus filas, a ninguna mujer capaz de llevar una de sus carteras ministeriales. Con gran esfuerzo, ha incluido a seis entre sus 41 viceministros y secretarios de Estado. Para dejar de pagar la deuda hacen falta hombres de pelo en pecho dispuestos a todo. A la Troika no hay que ponérselo fácil.

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