Tierra de nadie

La última plaga: baja el petróleo

Anda el personal muy desconcertado con esto del precio el petróleo, hasta el punto que de pensar que era estupendo que bajase terminará poniendo velas para que suba por si nos arruina estando tan barato. La confusión empezó en las gasolineras, que es un sitio estupendo para meditar acerca del motivo de que el litro de súper siga costando un ojo cuando el barril ya sólo vale un diente. Son reflexiones fugaces en las que sólo da tiempo a recordar a la madre de los presidentes de las petroleras, que son bellísimas personas pero muy evocables.

Así, a lo loco, uno puede creer que para un país como el nuestro, cuya principal industria es que vengan hordas de británicos a beberse todo y a hacer balconing, sólo puede ser beneficioso que baje el precio del combustible, ya que también lo hará el de los billetes de avión, y con más turistas abrirán más hoteles y los que hay contratarán a más gente y los nuevos contratados cotizarán y, finalmente, Rajoy se podrá hacer una foto en una oficina del INEM sin colas y sin parecer estreñido como en la de 2010.

Paralelamente, a las empresas les resultará más barato producir y podrán exportar más ahora que además el euro está anémico, y si se vende más habrá más contrataciones que cotizarán también y los nuevos trabajadores comprarán como locos sin estar en rebajas y bajará el paro, y Rajoy podrá hacerse otra foto sin colas en una oficina del INEM pero de perfil, como si ensayara para poner su cara en las monedas o, al menos, en una edición de sellos de correos.

Sin embargo, mentes preclaras ya han venido a avisarnos de que la vida no es tan fácil. De hecho, nos encaminaríamos al infierno, que es como la de España de ahora pero con más calor en invierno. ¿Que qué ocurriría? De entrada, una gran inestabilidad en los países productores, que suelen estar gobernados por sátrapas puestos o bendecidos por Occidente. Con menores ingresos no podrían subvencionar la paz social y habría descontento y revueltas y los islamistas crecerían como los níscalos este año y los jeques dejarían de comprarse Ferraris, con los que eso supone, y Florentino Pérez no se comería un colín en el Golfo por muchas inclinaciones de cabeza que haga a los emires y por muchas camisetas de Ronaldo que regalase.

Quizá fuera el fin de Maduro, ahora que la prensa española seria y de derechas (perdón por la redundancia) dedica amplio espacio a denunciar que hay desabastecimiento de patatas fritas en los burgers venezolanos, pero eso no compensaría una insurrección en Oriente Medio, y habría que mandar de nuevo tropas españolas a no hacer la guerra a regiones hortofrutícolas de la zona, como se hizo en Irak, y Pablo Iglesias o Pedro Sánchez le harían un feo a la bandera de EEUU en un desfile y ya tendríamos el lío montado.

Habría que rezar además para que el país en ebullición no fuera Rusia porque como se nos cabree Putin lo que menos hace es cortar el gas y joder la ducha y la calefacción a media Europa y lo que más volver a la guerra fría y jugar con botoncitos rojos. Olvídense también de que sigan viniendo rusos a Levante a comprar las casas vacías, porque bastante tendrán con mantener sus dachas en Crimea.

Simultáneamente, caerían nuestras exportaciones ya que, en realidad, quienes compran el made in Spain, además de los europeos, son esos países emergentes con petróleo que se lo gastan en cualquier cosa menos en el bienestar de sus poblaciones. También la demanda interna se iría a hacer puñetas, por eso de que si hay deflación y los precios bajan la gente suele a tener a retrasar sus compras esperando que lo hagan más, y para conseguirlo las empresas reducirían de nuevo los sueldos y harían despidos y Rajoy tendría que posponer su retrato en el INEM por si se lo meriendan los parados de la cola.

Con todo, lo peor sería que más pronto que tarde el petróleo volvería a subir, ya que, por un lado, habría menos oferta porque se habrían dejado de hacer nuevas prospecciones al no ser rentables con el crudo tan barato, y, por otro, la producción caería en justa correspondencia a que no hay nada que siente peor a un campo de extracción que a cien metros se estén pegando tiros a dar.

En definitiva, sólo el impacto de un meteorito similar al que extinguió a los dinosaurios sería tan terrible como un descenso del precio del crudo como el que estamos viviendo. A más de cien dólares el barril todo son ventajas, especialmente para el cuello de Florentino que no está para tanta genuflexión de continuo. Eso sí, Rajoy tendrá que olvidarse de la foto sin parados en el INEM, o hacerla en domingo que cierra. Va a ser lo mejor.

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