Tierra de nadie

Elogio de Gabilondo y quizás obituario

Ángel Gabilondo tiene mucho futuro o quizás no tenga ninguno y esto puede ser un elogio o un obituario, que no deja de ser un elogio final y definitivo. Se presentaba ayer el nuevo candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid en un cónclave multitudinario, que era a la vez un bautismo, el suyo, y un entierro, el de Tomás Gómez, sin cuerpo presente. Se anunciaba como un mitin y lo fue, siempre que se acepte que un acto electoral puede convertirse en un reclamo intelectual, en una elevada exposición de principios de alguien que, sin ser socialista de carnet, es capaz de definir el socialismo como no se le había escuchado a ninguno de sus representantes formales.

Sería exagerado y absurdo comparar lo vivido en Madrid con aquella batalla del Paraninfo que enfrentó a Unamuno y al mutilado Millán Astray en Salamanca, aunque también triunfara la inteligencia frente al vocerío, los argumentos frente a las descalificaciones, la razón sobre el eslogan. Gabilondo, como proclamaba Lázaro Carreter de los bandos de Enrique Tierno Galván, lo sacó todo del arca del buen paño, de forma que se hizo más evidente la percalina que a tantos desvanece.

En estos tiempos de brochazo gordo y de maniqueísmos infantiles donde el único objetivo primario y primitivo es dibujar al enemigo en la diana y freírlo a perdigonazos, el exrector hizo un canto a la convivencia, al pacto de generaciones, a la educación y al conocimiento. Y en un alarde de osadía se presentó como alguien "que sabe perder" y pero también ganar, lo cual, dicho en ese orden cobraba mucho más valor. La gramática, como llegó a afirmar en otro momento, es muy importante.

No se dictaba desde la tribuna una lección magistral porque en una clase no se habla de la pobreza como lo hizo Gabilondo, de una pobreza que no es sólo material sino de horizontes y de expectativas, o de los perdedores de una crisis que seguirán siendo sus víctimas cuando ésta acabe. A quienes allí se congregaban les hacía falta escuchar que habría otros como ellos, deseosos de una sociedad más justa, con los que tendrían que encontrarse al lado y no de frente, porque los partidos están hechos para la sociedad y no a la inversa.

Gabilondo negó ser un valiente pero alguien que se atreve a desempolvar una cita de Kant para recordar que la mejor política es la decencia o que saca a pasear a Cervantes sin que aquello parezca un secuestro va sobrado de arrojo. Que en las redes ya se haya acuñado el Yes we Kant junto a su rostro sin que suene a cachondeo es realmente meritorio.

En el PSOE deben de estar frotándose la manos por haber encontrado a un "nuevo viejo profesor", como bien explicaba aquí mismo Manuel Sánchez en su crónica del acto, pero la duda es si esta deliciosa reposición de Estudio 1 podrá hacer frente a la telebasura que emiten otras cadenas y la suya propia. De hecho, sería una sorpresa que, a estas alturas, Doce hombres sin piedad fuera competencia para Gran Hermano.

Precisamente en el teatro está el reto de Gabilondo, toda vez que jugando con las musas va sobrado. En el tránsito de la poesía a la prosa está su desafío. Y aquí ha de intervenir un partido que en dos décadas ha sido incapaz de hilar un discurso atractivo para Madrid y que ha flirteado con una insignificancia que más que llamar a su puerta ahora mismo la aporrea.

En esta ruleta rusa la misma bala puede acabar también con Pedro Sánchez, quien, de perdidos al río, ha quemado el sostén y se ha liberado, consciente de que no se puede morir dos veces. Con Gabilondo, su apuesta personal, espera que suene la flauta. El exministro domina el instrumento pero carece de partitura. O le sale una sinfonía más heroica que la 3ª de Beethoven o sonará la marcha fúnebre.

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